Así lo hacen ver Lola Torres y Toñi García, dos de tantas abuelas que muchos años después de hacerlo con sus hijos se han visto de nuevo cambiando pañales.
“Los padres trabajan y entre su otra abuela y yo nos repartimos los días para cuidar de Eritheia”, apunta Lola que deja claro que para ellas no es una carga el cuidado de su nieta, sino “todo lo contrario. Me ayuda porque tenerla me anima y me lleva a hacer cosas que si no la tuviera no haría. Los días que no está en casa la echo de menos”. Tanto es así que “le dijimos a la madre que no la metiera aún en la guardería”, señala.
Para Lola “un nieto se quiere igual que a un hijo”, siendo la única diferencia “que tenemos menos fuerzas. Cuando eres madre te comes el mundo y ahora cada vez se es abuela más mayor, pero aún así no pesa la niña”, confiesa.
Doce horas
Toñi coincide también en que esa es la única diferencia entre cuidar de un hijo y un nieto: “Se trata igual que a un hijo, pero a la noche llegas más cansada”. Los padres de Lucía y Paloma también trabajan, por lo que Toñi está casi doce horas diarias al cuidado de sus nietas. “Las recojo sobre las siete de la mañana, hasta la hora de la merienda que las recogen sus padres”, pero asegura que lo hace encantada: “Me sirve de distracción y además sé que les hace falta a los padres. Quiero que mi hija esté mejor de lo que estuve yo”, comenta Toñi.