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Arcos

Miguel Ángel Roldán planta la semilla que germina en Semana Santa

El pregonero se reafirma en su experiencia cofrade y en su amor por Cristo y su Madre. Su pregón fue un recorrido sentimental por la Semana Mayor en el marco de sus recuerdos y vivencias personales

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En el quinto domingo cuaresmal, y previa oración a las plantas de la patrona de Arcos, la Virgen de las Nieves, el arcense y cofrade Miguel Ángel Roldán se agarró al atril del teatro Olivares Veas para ensalzar los misterios de la Semana Santa. Antes, el grupo Sequentia, creado por el músico Juan Báez y otros componentes de la banda municipal de música Vicente Gómez Zarzuela, abriría el acto en una desapacible tarde en lo meteorológico, lo cual, escrito quede de paso, no provocó que el patio de butacas quedara vacío como era de temer.


Las palabras de bienvenida fueron pronunciadas por Francisca Sánchez en nombre del Consejo Local de Hermandades y Cofradías, para además hacer entrega a José Carlos Navas de su pregón oficial de 2014 editado por la Delegación municipal de Cultura.


Le siguió la profesora Catalina Gutiérrez para presentar a un amigo y un compañero, a nuestro pregonero, un hombre que describió cercanamente, como íntegro, padre de dos hijas, cofrade desde la infancia, costalero inicialmente en su hermandad de las Tres Caídas, de la que fue también secretario… Un currículum donde no faltó detalle y donde la profesora del colegio La Salle demostró todo el cariño que siente hacia él, dejando su presentación a la altura de su sincera amistad.


Hay un interior y un silencio, y el pregonero buscó inicialmente “una brújula” que le guiara en su encuentro con Dios.  Volvió a su piedra, a sentarse a su lado y “a pedirte la protección de mi voz en este duelo” y “que germine en mi alma la semilla que un día sembraste en mi corazón”. Allí fue, en un rinconcito de su parroquia de San Francisco, donde comenzó esta historia  pregonera y donde reivindicó “una primavera recién nacida” cuyas sensaciones le retrotrajeron a su infancia y a sus recuerdos semanasanteros.


Y a ritmo del rachear del paso, de una bambalina… fue tocando muros centenarios y una cuerda francisca, para narrar la Pasión de Cristo por las calles de su vida, las calles de Arcos. “Ya está aquí, en siete días, la Semana Santa que no sólo es del cofrade, sino de todo aquel que se acerque con el corazón abierto”.


“Arcos de mis delirios, donde pueda relatar sin saltarme un sólo renglón, todo lo que llevo dentro”. Y pidió a su pueblo: “Escucha y confía, que lo contaré con sosiego, que ya lo contaré sin miedo”.Después de agradecer su presentación a su amiga Catalina Gutiérrez por “regalar siempre una sonrisa a los demás”, rogó: “Y ahora, hermano, sígueme…”. Así abrió su pregón, para comenzar describiendo las sensaciones de un Domingo de Ramos: “Arcos de la Matrera, eres puerta del triunfo, puerta de Matrera donde Jesús entra y todo el barrio lo aclama. Ya por el barrio de mi adolescencia comienza la obra maestra...”.  Domingo regado por la fuente de agua santa, noria de agua santa, santuario de ilusiones, Fuensanta, Virgen que riega de sentimiento tu barrio. Virgen que eres venerada por tu barrio…”.


En este barrio se detuvo para recordar a los marginados, a los desahuciados y a quienes claman caridad junto a un asilo de su mismo nombre. Acento solidario por tanto en estas alturas del pregón, para centrarse en su querida hermandad de La Borriquita: “Cuando llegas como evangelio de amor, alegría de un barrio anunciada, llena de niños engalanada…”.  Procesión que despediría a un hombre que “siendo niño se hizo pobre, y siendo rey vino en auxilio de una tierra que lo esperaba entre palmas y olivos”.


Siguiendo orden cronológico, continuó por el Domingo “de la avaricia”, en que un hombre amarrado camina, prendido, por las calles de Arcos: “Madre del Amor y Desconsuelo, qué ganas de vivir ese momento, de ver tu barrio inmaculado…”. Madre del Prendimiento a la que pidió que dejara que Arcos fuera “el encaje de su pañuelo”.


Sin estar dentro de los cánones de la Iglesia –consideró- justificó en su Cristo moreno de las Tres Caídas su fe en Dios: “Si la fe es salvación, es gracia, es un don…, pues entonces para mí Tú eres la salvación. Sí, Tú, el que alimenta mi fe, el de la cara morena, el que sólo con mirarlo me quita la pena; sí, no lo conozco… Sin él mi fe no existiría”. Y así fue entrando en un Lunes Santo que dedicó en sus primeros compases a su querida Madre, María Santísima de la Amargura: “Tú que de Arcos eres la dama” y a la que llamó su “dulce doncella”.


El pregonero reparó en su particular esperanza franciscana y en la figura del papa Francisco, del que dijo es “un ejemplo de la humildad, humildad que debe ser lo único que dé sentido a su reino y a nuestra vidas”. Como también reparó en el 75 aniversario caidista que se conmemora este 2015, testigo de una estación de penitencia que acogerá sus pasos “para unir tierra y cielo”. Y así siguió describiendo un Lunes Santo de “esparto franciscano” y utilizar símiles taurinos para hablar de lances, capotazos y faenas perfectas… y acabar “saliendo por la puerta grande franciscana”. Hablaba, claro está, de sus Tres Caídas, el Cristo que “roza lo humano”.


Miguel Ángel Roldán siguió pidiendo “paz, justicia y fortaleza” para así describir un Martes Santo de la Virgen de la Paz, “Virgen de la cara guapa, estímulo de suspiro profundo y aliento del oprimido”. Y el paso de un hombre “solo, atado a la columna” y “abrazado a su cuadrilla costalera”, un Jesús custodiado por armaos: “Salvadlo de la muerte, que no se merece tanto dolor, que su cuerpo es delicada flor…”.


El pregonero entró en el Miércoles Santo, porque “Perdón es el más importante mandamiento” y en él radica la condición cristiana. Desde una parroquia de Santa María de antaño, recordó a un cura “que hizo de la calle su despacho”, en alusión al recordado Juan Candil Ríos. “Sin saber que ibas muerto, parecía que me mirabas…”.


Fue narrando su visión de nuestro Cristo del Perdón, para pedir a su capataz “que diga que Cristo que no está muerto, que está vivo, que aún escucha el lamento de su pueblo”; Cristo del Perdón que llamó “Dueño de la reconciliación, Tú eres de Arcos clamor”. Tras llamar a su Madre de la Piedad “inspiración del saetero”, entre otros piropos, habló de la “labor de amor” de las hermandades, de las que dijo “son la prolongación de nuestros hogares, o quizás nuestro hogar. ¡Cuánto amor hay en las hermandades!, somos pueblo de Dios y es necesario que pongamos nuestros relojes a la misma hora…”; hermandades a las que, como el Papa, pidió salir a la periferia y seguir manifestándose en Cristo.


Sabedor de las efemérides cofrades de su ciudad, el pregonero se refirió a los 475 años de historia de la hermandad de la Vera Cruz, “475 años de devoción hospitalaria”. “Arcos entero se arrodilla y pone en Ti su mirada”. “475 nuevos luceros brillan en el azul de los cielos”.
Como en la propia procesión, salto emocional de San Juan de Dios a San Pedro para vivir el contraste de “un Cristo que va rozando el suelo”, por el Santísimo de los Remedios y Paz. “Acostado en su cruz, y rodeado de su pueblo, el Señor de los Remedios es ejemplo hermoso de que el amor no tiene barreras…”.  “Eres Cristo de paz y remedio que en San Pedro tiene su cielo, dueño de todos nuestros temores, refugio de nuestros pesares, flor entre las flores y silencio entre dolores”.


El pregonero hizo un guiño al unísono a las vírgenes del Jueves Santo, “que llenan de cantos las calles y de oraciones orgullosas”, por las madres de las Angustias y Dolores… De ahí a una madrugada “esperanza para el cofrade”, en la que “Dios llega hecho hombre”…
“Cuando la noche se va cerrando y cuando aquellos cánticos recogidos en los templos se van apagando…”. Miguel Ángel fue dejando sus sensaciones nazarenas hasta llegar al barrio franciscano “con las claritas del día”. “De San Agustín saldrá Jesús abrazado a su cruz” y “que ya por el barrio del Altozano, se abre el portón del cielo, para que en Arcos entre Nuestro Padre Jesús, el Nazareno”. Y habló entonces de la cruz a la que agarra esta ciudad, de la droga, del avance de la


Se emocionó al hablar de la soledad de una madre y de su esposa, madre de su dos hijas, “a Ti, cofre, que guardas los tesoros más grandes de mi vida…”. Y a Nuestro Padre, “El corazón del Nazareno está en todo el que le reza”, “Nazarena, palabra que no tiene frontera, porque tu palabra no pasa…”.


El final se iba acercando, pero había que hablar de otra estación penitencial, de ese “torrente de luz”… El pregonero, dentro de su orden, acabó en unas murallas alzadas al cielo, en un San Pedro sentimental donde hizo editorial de nuestra vida, y de un Viernes Santo de “reflexión”; primero no con “el Niño que llegó de Roma y que recrea los juegos de los niños de su barrio. Semillas de vida estudiantil”, y Niño “que será el Dulce Nombre de nuestra infancia, donde cada año renace la vida”. Y todo “aunque en su regazo lleve la pena”. Después nos habló de una Madre de la Quinta Angustia “abatida y dolorida” pero también “generosa de vida”, “derroche de belleza y esplendor”, “torrente de vida”, “pura pena contenida”…


Y cuando olía a final, olía a Principio, con la urna de un cristo yacente y su Madre de la Soledad. “Arcos abre sus alas como lo hace el pelícano” y “no cabe en el pecho de nuestra Madre más dolor”… “Sola y afligida se queda, como la soledad que se vive con la pérdida de un ser querido, soledad como la de aquellos que combaten la enfermedad en los hospitales…”.


Su pregón fue tomando aires de despedida con un Viernes Santo, con llamamiento a los cofrades: “… la voz ronca, el cirio que deja de lagrimear las penas fundidas, miradas entrecruzadas…”, “Cofrades, poco a poco se cierra el portón de la Semana Santa, todo se va difuminando…”. “Cofrades, vecinos, amigos, Arcos… Jesús está con su Madre…”. “Para que haya semilla el fruto ha de morir y así llega la alegría del campesino”.


No podía terminar de otra forma que no fuera con la resurrección de Cristo, y pidió entregarse a su Madre como un niño, y así evocar de nuevo a las dolorosas arcenses, particularmente a su Amargura, “un amor sincero”, “porque no hay mejor espejo donde mirarse y mejor cielo donde quedarse”. “¡Amor donde acurrucarme, cara donde no cabe más amor par consolarme!”. “Para que me regales esa sonrisa que sólo Tú sabes darme! ¡He dicho!”.

 Casi dos horas de pregón que se cerró con los aplausos del bien lleno teatro Olivares Veas, con la entrega de obsequios a Miguel Ángel Roldán, y con las palabras de la presidenta del Consejo, Mari Nieves Sánchez, y del alcalde de Arcos, José Luis Núñez. Los miembros de la cuadrilla del paso de las Tres Caídas le hicieron llegar un presente al pregonero, como también Ángeles, esposa del pregonero, recibió un bello y primaveral ramo de flores. Asimismo, se entregó un obsequio al desinteresado grupo musical Sequentia que ilustró el pregón. En el teatro se pudo ver, y fue una alegría, al párroco de San Francisco, don Manuel Rodríguez Salas, quien desde luego hizo un esfuerzo por acudir a la llamada de su amigo, igual que hizo el director del colegio La Salle, Manuel García.

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