Celestino tenía muchas dificultades para conciliar el sueño, y se pasaba las noches en vela, lo que le provocaba en demasiadas ocasiones depresión, dificultades de concentración, somnolencia diurna, un cansancio constante y también era víctima de una irritabilidad que muchas veces iba acompañada de dificultades de memorización y desorientación espacial. Pero como todo tiene sus ventajas e inconvenientes, a nuestro Celestino durante las noches de vigilia, tenía tiempo para reflexionar y pensar sobre todo lo divino y lo humano, y aunque durante el día aparentaba no enterarse de nada, las horas que estaba sin dormir le daban para darle vuelta a la olla.
Eran noches para la meditación y para darse cuenta de nuestras paradojas y contradicciones, de que aquellos por los que sentíamos más admiración eran tal vez los que merecían nuestro más absoluto desprecio.
En ocasiones nos pasamos todo el tiempo del mundo huyendo de nosotros mismos para no dirigirnos la palabra, y utilizamos compulsivamente, correos electrónicos, sms con nuestros móviles o mensajes a través de las redes sociales, incluso videoconferencias en lugar de sentarnos frente a frente y hablarnos.
Nuestro hombre se pasaba las madrugadas espantado diablos y fantasmas, intentando colocar luz y taquígrafos en esos pensamientos de horas perdidas, que jamás concluían en sueños, sino en monólogos sin palabras con aspiraciones de diálogos constructivos.
El era un hombre de paz, aunque algunos esbirros hubieran querido casi siempre meterlo en todas las batallas y guerras imaginables. Sus ensoñaciones diurnas le hacían divagar como un perdido entre la multitud, siendo consciente que ni ladraba ni cabalgaba, ni renovaba el presente ni planificaba el futuro, solo mostraba a todo el quisiera verla aquella foto que nunca devolvió. Sus aventuras somnolientas, eran como el cuento del todo y la nada y viceversa, como el amor imposible que se esfuma, o el por si las moscas de quien desconfía de sí mismo, era un brindis al sol aunque pareciera una romántica canción a la luna, un canto a la imaginación aunque aparentara un conformismo con la mediocridad.
CI, había llegado a pensar si de tanto estar despierto, su incoherencia había podido convertirse en cinismo y conseguido guardar su ética en el fondo más recóndito del baúl, escudriñando a responsables y culpables a los que encontrar por las esquinas sin percibir que la ruina anidaba en su interior. Cada día más preguntas se le quedaban en el aire sin respuestas, y no entendía como era posible que hubiera seres indeseables dispuestos a cambiar razones por raciones, compromisos por intereses bastardos, lo ancho de las propias justificaciones por lo estrecho de las exigencias para los demás, la exposición clara y directa frente a la perífrasis envolvente y oscura.
Ante tanto trajinar en su azotea, le sobraban los matariles, las normas superfluas y las gilipolleces varias y le faltaban lo importante, lo sustancial y las cuestiones realmente importantes .Estaba cansado de consignas, de palabras gastadas, de dobles discursos y echaba de menos la pluralidad, la creatividad y la transparencia.
A estas alturas de su vida, solo aspiraba a una cosa, dormir bien y más horas, descansar más y mejor. Quizás así vería la realidad de otra manera, con otros ojos, y tal vez aprendería a descubrir lo mejor de lo peor, y se diera cuenta de lo inútil que resultaba obsesionarse, y que la vida podía estar llena de oportunidades, aunque a veces las sintiéramos como amenazas.