No existe un valor más objetivo para tasar la coherencia de un gobierno democrático que su irrenunciable coraje para llevar a puerto las promesas ofrecidas a su electorado. La honradez, el tesón, la disciplina y la lealtad, son los mejores aliados con que un político puede contar para corresponder a la confianza que cada ciudadano deposita en él, cuando lo nombra testaferro de sus anhelos a través del voto en la urna de las ilusiones. Día a día. Salvando obstáculos. Mirando siempre hacia delante sin detenerse a sofocar el ardor apremiante que la oposición proyecta sobre el cogote del progreso, el gobierno de coalición va cumpliendo los compromisos con sus consignatarios. Las letras de cambio son pagadas a su vencimiento y el crédito de optimismo concedido, marcha resuelto hacia su cumplimiento durante la legislatura sin impagos ni moratorias.
La evolución en las tradiciones sociales no es fácil de aplicar ni de asimilar. Especialmente en un país como el nuestro, donde las nostalgias pretéritas encorsetan los rescoldos del puritanismo más reaccionario. Esta circunstancia eleva a la enésima potencia la determinación de un ejecutivo dispuesto a no flaquear en sus propósitos, ni defraudar en sus compromisos, a pesar de las entradas en plancha que le dedican sus oponentes, dispuestos a fracturar a toda costa los objetivos de igualdad, derechos y justicia social que los regentes del congreso pretenden fortalecer.
Los proyectos liberales son siempre mucho más complejos de realizar que las ofertas conservadoras a pesar de que el hombre, desde el punto de vista semántico de sus orígenes, es evolutivo por naturaleza. Algo que deberían tener en cuenta algunos cautelosos opositores porque, me atrevo a decir que, de seguir con sus doctrinas involucionistas -política, cultural, biológica y económica- con un poco de mala suerte, a lo peor todavía estábamos limpiando la mierda a los establos de los señores feudales. Algo con lo que, mucho me temo, algunos de esos añejos continuistas estarían totalmente encantados.
Desde que se ha reanudado el curso político tras el descanso veraniego, Feijoo y sus huestes no han tenido otra opción que cerrar el pico mientras contemplan impotentes las nuevas conquistas progresistas. Solo hablan para seguir incordiando con asuntos irrelevantes, ataques sistemáticos sin gravedad que los sostenga, y la permanente condena a cualquier iniciativa social que ellos reprueban siempre a toda costa. Que no falte el sonido del ruido. Su ocupación consiste en descubrir un zurcido en la falda de cualquier ministra, para tener algo con que explayarse ante los micrófonos. Nunca los he escuchado exponer propuestas de mejoras, ni mucho menos votar en favor de una sola disposición procedente del gobierno. Ellos no hacen oposición. Hacen obstrucción. Les basta crear propuestas como la del desalojo de los
okupas en 48 horas, sin interesarse por los desahucios bancarios de personas octogenarias y familias con hijos en situación precaria a los que la vida los ha llevado a situaciones de vulnerabilidad. Esos solo son “gentuza que no paga”. Ya contaré lo que hay detrás de un desalojo de vivienda y el pastizal que se embolsan los pobrecitos banqueros.
Jodidillas andan las cosas por los dominios conservadores al ver como nuestra España, pasito a pasito, sin hacer ruido, se va erigiendo en adalid europeo de iniciativas reformadoras y ocupando cargos de alta responsabilidad en el parlamento de la UE.
¡Cómo cambian los tiempos Venancio! Que orgullo más grande vernos ahora esgrimiendo la batuta de la orquesta innovadora, lejos de aquellos tiempos cuando Europa florecía, mientras nosotros nos manteníamos con
poleás al son de
Banderita tu eres roja.
¿Qué hay problemas y asuntos que mejorar? Dime un sitio donde no los haya
.
Ni la crisis mundial provocada por el capitalismo feroz que nos somete, ha podido alterar la honestidad política de una administración inflexible con sus compromisos electorales.