Queridos lectores y lectoras. ¿Se han preguntado alguna vez cuantos amigos de verdad tienen?, ¿amigos por los que pondrías una mano en el fuego y no te la quemarías? Las preguntas son difíciles, pero más lo serán las respuestas. Lean y saldrán de dudas.
La Real Academia Española (RAE), define al adjetivo “amigo” con los sinónimos compañero, camarada, colega, compinche o aliado. En la parte opuesta sería un enemigo o adversario. Podemos pues definir a un amigo o amiga, como aquella persona con quien mantenemos una amistad o relación afectiva, construida sobre la base de la reciprocidad y el trato asiduo, con valores como la lealtad, el amor, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso. Ya se va reduciendo el círculo.
Pero al margen de las definiciones académicas, la vida real es otra cosa. Un amigo de verdad debe poseer unas cualidades especiales, muy diferentes a todas aquellas otras personas a las que definimos como amigos en nuestras relaciones sociales. Podemos pues diferenciar, que existen dos clases de amigos. Aquellos que tratamos cada día y con los que mantenemos buenas relaciones, nada más. Y los otros, los verdaderos, los que están siempre en los momentos difíciles a tu lado y se ofrecen de corazón a ayudarte sin interés alguno. He ahí la diferencia entre las dos clases de amigos.
Y esos amigos, los de verdad, los podremos contar con los dedos de las manos y seguro que nos sobraran algunos. Un amigo de verdad es aquel que te ayudará, te aconsejará y estará siempre a tu lado cuando realmente lo necesites. Se preocupa por tus problemas familiares, de trabajo, de enfermedad. Pero mucho cuidado con confundirlos con los
metomentodo, que sólo quieren saber y cuchichear para luego ir por ahí contándolo todo. A lo largo de mis 67 años de vida, puedo decir sin equivocarme, que amigos he tenido muchos, pero amigos de verdad tengo solo tres que me han demostrado su verdadera y sincera amistad. Personas de fiar sin ningún interés que no haya sido ayudarme, aconsejarme, y estar conmigo en los momentos difíciles.
Y esos amigos de verdad son los que uno quiere tener, los que uno necesita. Y no a ese otro grupo al que llamamos comúnmente amigos y luego ves como en los momentos difíciles te dejan tirado sin voluntad de ayudarte y si te vi no me acuerdo. Un amigo de verdad se interesará por conocer tus tropiezos y errores en base al aprecio que te tiene. Te apoyará y procurará sacar siempre parte de su tiempo para escucharte. Un verdadero amigo te aconsejaría siempre a hacer algo bueno, compartiendo mutuamente virtudes y defectos. Esa relación suele estar basada en la confianza, el afecto, la lealtad, la afinidad y el respeto que se depositan de manera recíproca sin ningún otro interés que la amistad verdadera.
Un buen amigo es capaz de escuchar y darle importancia a lo que se le confía por el otro y en base a esas confesiones, darles consejos sanos que le ayuden a comprender el problema. Suele estar atento valorando nuestra opinión, aun cuando cometamos errores, dándonos buenos consejos para remediarlos y poder aprender de ellos. La amistad no solo consiste en el intercambio de ideas y sentimientos, sino también en compartir los buenos y malos momentos de la vida. Un buen amigo te escuchará todas tus penas y alegrías y te ayudará en todo lo que pueda a lo largo de días, semanas, meses o años, interesándose por ti hasta que descubra que ya puedes seguir tu camino solo. Y todo sin pedirte nada a cambio.
La realidad es que es muy difícil tener un amigo de verdad. Por mi experiencia profesional, he conocido a mucha gente que yo creía que eran amigos y que luego me han traicionado como Judas hizo con Jesús. Por delante una cara y por detrás puñaladas. Lo que pasa es que hasta que no te das cuenta, crees tener un amigo verdadero y te colocas un velo en los ojos que no te deja ver la realidad hasta que ya es tarde. Me he llevado muchos desengaños a lo largo de mi vida y he llegado a la conclusión que he sido demasiado bueno para mucha gente que no se lo merecía, porque sin darme cuenta me colocaban palos en la rueda cada vez que podían para que me apartara del camino y ponerse ellos. Pero me aprecio de haber ayudado a mucha gente. De eso estoy muy orgulloso. No todo el mundo puede decir lo mismo.
Y disculpen que no descubra a esas tres personas a las que considero amigos de verdad, porque tus verdaderos amigos son tuyos y la amistad se basa en la confidencialidad. A mis amigos, los de verdad, me han proporcionado felicidad, me han ayudado mentalmente cuando me encontraba hundido, han valorado mi trabajo y me han demostrado con creces que siempre estaban ahí sin interés alguno. Espero que cada uno de ustedes, lectores y lectoras, tengáis verdaderos amigos. Posiblemente, serán pocos, pero si son muchos, pues mejor que mejor. Pero piensen bien qué representa cada uno de ellos en vuestras vidas y que os han aportado. Seguro que ya no son tantos. Un saludo de un amigo. En este caso de las redes sociales y espero que esté artículo os haya ayudaros en algo.