Es curioso la cantidad de gente que se mete en tu vida cuando uno se jubila, entiéndase, meterse en tu vida que te están dando consejos a cada instante para que realices tal o cual actividad cada vez que te ven “para que no te aburras”. Me da la sensación que muchas de estas personas no han trabajado nunca o en sus trabajos han estado muy cómodos; porque no sé la razón del porqué aconsejan actividades a realizar una vez que te has jubilado. Y además sin conocer qué trabajos has desempeñado tú y su dificultad.
¡Porque no estudias algo ahora que tienes tiempo! Te dicen algunos. Y para qué quiero estudiar a mis 67 años. Para qué voy a ir a una universidad presencial o a distancia para sacar tal o cual título. Para qué lo quiero ya si cuando termine de estudiar tendré por lo menos de cuatro a seis años más y habré gastado mi vida con miles de horas.
¿Qué podría estudiar derecho que es lo que me hubiera gustado? Pues sí, ¿pero ya para qué?, ¿Es que voy a ejercer cuando tenga más de setenta años? O mejor estudiar un módulo que tiene menos dificultad y me distraería, ¡pues hazlo tu le digo! Y entonces te salen con el porqué no te apuntas a la escuela de adultos, donde se realizan diversos cursos que te ocupan las mañanas o tardes y se aprende algo. Y yo les contesto que no me aburro, que ya no quiero aprender nada más. Además la mayoría de los cursos no me dicen nada. Inglés, para los ingleses, que aprendan ellos el español. Informática, ya trabajé durante 40 años con ordenadores y no me van a enseñar algo nuevo porque en las primeras clases se pierde el tiempo con los que no saben nada de nada. Cocinar a estas alturas si no lo he hecho antes, ahora sería difícil. Y reconozco que estos cursos están bien para quién los desee..., y tenga tiempo.
Y además todo te lo recomiendan “por tu bien, para que no te aburras”. ¡Qué sabe la gente si yo me aburro! Pues no, yo estoy en mi mejor momento que es no hacer nada, nada que no me apetezca. Por ejemplo, me levanto todos los días a la hora que quiera. Voy donde me da la gana, a andar, a la playa, a mi campo, etc. Me apetece pasar las mañanas escribiendo que me encanta, leyendo libros que me han quedado por leer, de ver y ordenar mi colección de sellos que los tengo desde 1982; en fin, que yo eso de aburrirme nada de nada.
Habrá algo mejor que no hacer nada más que aquello que te apetezca. Si te apuntas a algo, tienes que atender esa actividad todos los días y te va quitando meses de estar tranquilo y no hacer nada. Y hay que ver la cantidad de gente que hay recomendándote algo. Si vas al médico, pues te encuentra al que ya ha pasado por todo y te pone la cabeza como un bombo. Que si yo ya tuve eso y mira como quedé, que si para que te vean en la seguridad quédate sentado porque él lleva ya algunos años para que le vean una rodilla que tiene para prótesis y no se la quieren poner, etc.
¡Estos son los “médicos aficionados” que todo lo saben! Han pasado por todos los habidos y por haber. Te ponen la carne de gallina contándote batallitas. Y si conocen el padecimiento que tú tienes, mejor no escuchar lo que te va a recomendar porque él ya ha pasado por todo eso.
En fin. Estoy harto de aquellos que te aconsejan cada día que tienes que hacer. Que te ven la cara y te dicen ¡ojú qué aburrido estás tú, tienes mala cara!, ¡Tu necesitas apuntarte a algo, hacer alguna actividad, veras como te distraes!, ¡Pero qué sabrás tú lo que yo necesito! Y ya no digo aquellos que están apuntados a las excursiones interminables en autobús por dos duros y se pegan cientos de kilómetros por toda España sin salir de un metro cuadrado en el mejor de los casos. Aquí se mea, aquí se desayuna y ligeritos que tenernos que seguir la ruta que todavía nos queda muchos kilómetros. Hoteles de tercera clase, comida de cuartel y corre de allá para acá para ver todo lo que se pueda en el menor tiempo posible. Y todavía me dicen, ¡apúntate a estas excursiones que se pasan muy bien y se conoce a mucha gente!
Y yo me río y digo sí, si, la próxima. Venga hombre ni que yo fuera un mono para que me paseen por donde ellos quieran. Yo me voy en tren o en mi coche con mi esposa a donde me apetezca. Y regreso igual y veo lo que me da la gala y como y duermo donde quiera.
Por favor, dejarme en paz, dejarme con mi jubilación, dejarme sin hacer nada que soy el hombre más feliz del mundo. Después de cuarenta y seis años trabajando, creo que me he ganado NO HACER NADA. Y así voy a seguir. A lo que me guste y nada más.