Lo primero que haría, sin duda, sería mantener mi particular tradición. El primer día de Feria, antes de prepararme para salir, me pasaría por alguno de los innumerables puestos de turrón, almendras, etc. Allí escogería un trozo de sidra para regalárselo a mi madre, que seguro lo recibiría con la habitual sonrisa y un sonoro beso. Queda, ahora sí, inaugurada una nueva edición de nuestra Feria y Fiestas del Carmen.
Primero un paseíto por la avenida, que está a tope. Unos pocos se esmeran intentando que sus monedas se queden quietas encima de una tableta de turrón que, posiblemente, no llegue ni a abrirse y solo se exhiba como un trofeo. Otros lo intentarán en las tómbolas, cuyos propietarios vociferan que ya quedan pocos cartones para iniciar la próxima rifa. Hay que ver la cantidad de chochonas o perritos pilotos que han salido de esas casetas.
Pero existen otras formas de diversión, como la de derribar objetos con pelotas de trapo. Conozco a alguno cuya puntería era tan mala que tenía sus propias bolas personificadas con su nombre escrito, aunque ni siquiera eso le servía para triunfar alguna vez. También se puede dar la ocasión de emular a John Wayne o Sylvester Stallone, eso sí, con una escopeta de feria de esas que, según el dicho, no paran de fallar. Una vez que se hace saltar al bolindre que sirve como blanco, llega el premio como un vasito de vino, que suele estar calentorro y malísimo, pero no importa cuando se ha demostrado ser un tirador de élite.
Ignoro otros deportes de riesgo como pescar patitos o atravesar cartas con dardos. Ya es hora de sumirme en el mágico mundo de los cacharritos. Lo primero, por supuesto, es hacer la visita rutinaria a la ratita, a ver si alguna vez se equivoca y se mete en el agujero cuyo número coincide con el de mi papeleta, pero va a ser que no, así que vamos a inspeccionar el resto de atracciones. La olla, la noria o el barco no me acaban de convencer, así que dirijo mis pasos hacia un hombre vestido con un traje de flamenca y una escoba, que baila sin parar encima de un tren que está a punto de arrancar. El zambo, con su arte e inigualable coreografía, es el verdadero animador de la noche.
Ya es hora de buscar las emociones intensas. Invierto parte de mi dinero en fichas para los coches de choque. Cuando, por fin, hallo uno libre, me acomodo al volante del que me parece un auténtico Ferrari. Luego hay que elegir el rival, que normalmente suele ser otro coche con dos guapas pasajeras, aunque a veces te pueden las ganas de desafíos mayores y te enzarzas en un combate con el chulito de turno.
Harto ya de topetazos, me tomo una copa mientras una ráfaga de aire me anuncia la visita habitual de su majestad el levante. Mañana es el día de la Patrona, que será paseada en un barco de la localidad entre fuegos artificiales y fuertes rachas de viento, para que sea así una Feria como Dios manda. La Feria de todos los barbateños.