Como una regadera

Yo creí que aquí había menos locos, pero me equivoqué. Al parecer los hay en abundancia y además están como una regadera. Por cierto me he alegrado mucho al leer que existe una Asociación en La Isla que se llama La Regadera (el nombre insinúa que algo de locura tendrán sus asociados).

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Por lo visto, allí donde se acumula la mierda, allí van ellos y la limpian. Es algo que no se había visto nunca y, aunque produce vergüenza ajena la simple existencia de colectivos de este tipo, ya que para eso estamos pagando impuestos al Ayuntamiento, los quiero felicitar desde estas líneas y animarlos en su ardua tarea. Porque desde luego tarea van a tener a destajo. Es verdad que el equipo de gobierno es nuevo y habrá que esperar algún tiempo a ver cómo van haciendo las cosas, pero ya les podemos decir que el tema sigue sin solucionarse desde tiempos inmemoriales y que, por lo visto hasta ahora, nos seguiremos comiendo el marrón. En La Isla no se sabe lo que es una limpieza continuada, a fondo y en serio desde que los romanos hicieron el Puente. Ya sabemos que hay gente maleducada y que no mira por la ciudad, pero alguna solución tiene que haber. Los guardias, además de multar abusivamente a coches y a motitos, podrían dedicar un pequeño esfuerzo a vigilar la limpieza y a ir localizando a los guarros que no saben vivir en sociedad.

A mí no me da tiempo de ver toda La Isla, pero, si ya en el centro pasan determinadas cosas, no quiero pensar qué ocurrirá en sitios más alejados. Y lo que pasa en el centro es de auténtico bochorno. Puede que yo esté exagerando o que me haya dado mucho sol en la cabeza y no esté atinado como de costumbre. Por eso invito a todo el que quiera a que vaya a comprobar lo que digo. Miren debajo de los bancos de la calle Real (no los bancos del dinero, sino los de sentarse), o debajo de las papeleras. La mugre que allí se acumula es permanente y da repeluco. No han percibido el poder de la lejía desde que Hércules sujetó a los leones. Y por favor, no se les vaya a ocurrir meter las narices en muchos contenedores. Y respiren con placer inenarrable el pestazo que recorre la principal arteria de la ciudad, que es algo realmente apabullante. Es imposible oler peor. ¿Qué estamos comiendo en La Isla, para que salgan de las alcantarillas esos olores nauseabundos? Es preocupante y quizás los cañaíllas tengamos que cambiar la dieta. Y ¿qué decir del estado del suelo y de la porquería que se va acumulando sin que nadie intervenga poniendo encima de la mesa lo que hay que poner. Que no me conteste nadie diciendo que pasa una maquinita echando agua. Lo de la maquinita es de tebeo. No sabe lo que es la lejía desde que inventaron la rueda. Va por algunas calles como diciendo que aquí estoy yo y esparce unos chorritos que echan la basura al fondo de las aceras dejando la cosa igual o peor de lo que ya estaba. Otro día escribiré sobre los camiones que recorren la ciudad recogiendo bolsas de basura donde no las deberían recoger y educando a muchos vecinos a ser más guarros de lo que ya son. Al mismo tiempo esos camiones van dejando un rastro de líquido repugnante con unos olores indescriptibles a lo largo de su recorrido. ¿Eso es limpiar la ciudad? ¿Limpiar la ciudad es esperar a que los coches vayan pasando y llevándose pegada en las ruedas toda la mugre que van dejando atrás los citados camiones? Otro día hablaremos de esto.

Hoy solamente quiero felicitar a ese montón de ciudadanos que saben que lo que no hagan ellos no lo va a hacer nadie. ¿No es triste que tenga que aparecer un grupo de locos como una regadera a hacer el trabajo de los cuerdos que son los que lo cobran?

Estoy seguro de que en La Regadera hay más indignados que en la Puerta del Sol, pero con su actitud callada y laboriosa están gritando a las claras que hemos llegado a un punto en que dejar que el estiércol nos llegue al cuello es cosa de cerdos (no ibéricos).