En los últimos años, ya sea por actuaciones machistas o como consecuencia de la nueva coyuntura social, es indiscutible que en nuestro país no se ha reducido la violencia hacia las mujeres, un hecho que por desgracia se ha constatado en las numerosas vidas que se han perdido. Es curioso que esto se esté produciendo durante el periodo en que la administración pública ha dedicado más medios con el fin de proteger a las mujeres, implementándose para ello numerosas leyes. Sin duda todo esto indica que algo está fallando, algo que desde luego no se arreglará culpando de todo al patriarcado y al machismo o argumentando que en los varones anida una especie de maldad hacia las féminas. Quienes dan estos argumentos para explicar el aumento de la violencia hacia las mujeres se están equivocando y solo toman medidas basadas en intereses políticos e ideológicos, que no mejoran la situación y que provocan un quebranto social de consecuencias desastrosas para las relaciones entre mujeres y hombres.
Han “aparecido” eslóganes cargados de dogmatismo e intencionalidad política tales como “las mujeres son víctimas del patriarcado”, “los hombres son violadores”, “el violador eres tú”, “yo sí te creo” o “las denuncias falsas no existen”.
Sin duda las leyes promulgadas contra la violencia de género han cosechado sus frutos a la hora de proteger a las mujeres que han sufrido maltrato por parte de algunos hombres. Pero también es indudable que buena parte de dicha legislación ha dado lugar, con frecuencia (por no decir continuamente), a que los hombres hayan sido privados de derechos tales como la presunción de inocencia que debe asistir a cualquier ciudadano cuando es acusado de un delito. Es este sentido hemos visto como las presiones ideológicas, junto a intereses partidistas y particulares, han propiciado que tome carta de naturaleza una nueva forma de convivencia entre hombres y mujeres, una tergiversación que ha afectado especialmente a las relaciones de pareja.
Se ha criminalizado con demasiada frecuencia el comportamiento del hombre hacia las mujeres, dando a entender que estas son invariablemente víctimas de unas actitudes machistas arraigadas en la sociedad, ante las cuales deben estar atentas para denunciarlas. Esta postura se ha convertido en el banderín de enganche para un supuesto feminismo alimentado por un odio irracional hacia los hombres. Así, han “aparecido” eslóganes cargados de dogmatismo e intencionalidad política tales como “las mujeres son víctimas del patriarcado”, “los hombres son violadores”, “el violador eres tú”, “yo sí te creo” o “las denuncias falsas no existen”.
Pero, como humanos que son, algunos de los que han propiciado este feminismo disparatado se han pasado de la raya con muchas mujeres, infringiendo las nefastas leyes que ellos mismos impulsaron. El dicho popular reza “a cada cerdo le llega su San Martín” y ahora les toca recibir de su propia medicina a los hipócritas que impulsaron todo este despropósito pseudofeminista. A ver por fin nos dejan vivir tranquilos. Fuerza y salud.
El Puerto
A cada cerdo le llega su San Martín
Artículo de opinión del Dr. Antonio Monclova Bohórquez, de El Puerto
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