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España

Una sentencia para un final que no va a poder ser

Tras muchos meses de incertidumbre y de sentencias judiciales inicialmente contradictorias, finalmente ha sido el Tribunal Supremo el que ha decidido poner el punto final a la polémica de la asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC)...

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Tras muchos meses de incertidumbre y de sentencias judiciales inicialmente contradictorias, finalmente ha sido el Tribunal Supremo el que ha decidido poner el punto final a la polémica de la asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC), al dictaminar que no coarta la libertad religiosa de los estudiantes y determinar que no es posible objetar ante esta asignatura. La resolución del pleno de la sala de lo contencioso administrativo, que ha tardado tres días en tomar esta decisión pero que se ha posicionado con una clara mayoría (22 votos frente 7) a favor de la actual sentencia, debería servir para poner el punto y final a todo este conflicto, que ha llegado a tener verdaderos capítulos que rozaban el esperpento, como la decisión del Gobierno autonómico valenciano de dar las clases en inglés para boicotearla. Pero, desafortunadamente, las reacciones de los defensores de su retirada hacen indicar que parecen dispuestos a seguir en su lucha, que va desde la petición de que se acepte sus exigencias en base a un consenso y una paz social que ellos nunca ha demostrado tener cuando esperaban ganar esta batalla judicial, pasando por mantener los recursos ante el Tribunal Constitucional e, incluso, recurrir hasta el propio Tribunal de Estrasburgo si siguen cosechando derrotas en los tribunales.

Si bien se puede matizar y concretar más el contenido como aclara el Tribunal Supremo en su sentencia para que no haya lugar a dudas sobre el respeto a la decisión de los padres, lo que sí es cierto es que no se puede “objetar” con lo que los niños deberán ir a clase como una asignatura más.

Lo lamentable es que la educación se convierta en una batalla política y una asignatura que la mayoría de los países europeos de nuestro entorno dan se transforme en una batalla entre Gobierno y oposición, estos últimos apoyados por el clero y los medios más reaccionarios.

Tal vez las futuras generaciones que hayan pasado por Educación para la Ciudadanía sean más tolerantes que sus padres que utilizan a sus vástagos como escudos en su pulso en una lucha ideológica en la que, de momento, han salido derrotados. Pero además de los que objetaron también ha perdido otro todavía poder fáctico, la jerarquía eclesiástica.

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