El titular se conoce con s, dando nombre a uno de los gemelos que la diosa Afrodita tuvo con Ares, el dios de la guerra. Sin embargo, la actualidad ha suprimido la consonante final al convertirla en el acrónimo del síndrome que dificulta la toma de decisiones. Al parecer, su origen tiene lugar en la oferta que encontramos en las redes sociales de todo lo imaginable, desde comida a domicilio a un mueble para ese rincón de casa que lleva años sin ser agradable a la vista, desde una camiseta al coche, una película, un producto de limpieza o el viaje soñado. Si pasear viendo escaparates o visitar grandes superficies puede trastornar la idea preconcebida de lo que buscamos, la decisión de pasear a lomos del ratón será la única tomada con el criterio aún sin confundir hasta que cliquemos sobre un enlace. En cualquier caso, es un entretenimiento cuando no hay necesidad de compra, aunque sepamos que acabaremos enredados, cediendo a ese capricho cuyos colores o animación agradan tanto que se instala en la cesta virtual. El problema está en lo de siempre, lo citado y sabido, el uso que le damos a las redes.
La pandemia lo cambió todo. El confinamiento, la necesidad de lo habitual fue el medio y el remedio para facilitar la vida. Una opción que por comodidad es tan habitual como útil. Apoyada en la publicidad emergenteno dejan de sorprendernos esos videos durante la lectura de un artículo o el visionado de una entrevista. Solo debemos esperar a que aparezca la indicación para saltar, como la pídola adolescente, parasu continuación, porque como retrocede un par de segundos, no hay temor a la pérdida del hilo. Sea lo que fuere, nos arregló la vida durante aquellos meses, sin embargo,un estudio sociológico demuestra que un buen número de usuarios sufre Fobo, el miedo a no elegir lo mejor, lo bueno, lo preciso, miedo, en suma, a perderse la mejor opción, como se ha traducido. Tantas alternativas pueden llegan a aturdir hasta el punto de producir ansiedad, debido al sentimiento de haber elegido mal. Si nuestros mayores tuvieran noticia de este asunto, a buen seguro lo habrían arreglado con un cosqui cariñoso y “qué tontera” como coletilla. Claro que ellos no tuvieron más opciones que el muestrario del ditero, el encanto del escaparate y la cuestión económica. Aun así, también dudaron lo suyo.
Terminamos sabiendo que la solución la tenemos nosotros, en el análisis y la reflexión, pidiendo ayuda a los más cercanos o leyendo despacio los puntos que se señalan al final de los artículos escritos del tema. Aunque no suframos el síndrome, aunque elijamos con criterio y seguridad, hagamos la prueba. Viene bien repensar y repensarnos. Tal vez no nos reconozcamos en todos, pero sí en parte.
