No se trata de teorizar ni mucho menos frivolizar con un proceso tan duro pero es con lo que se asocia, lo que surge cuando se produce una noticia de este tipo que además impacta a todo el mundo. La actualidad, la política, la UEFA, los asuntos de estado y el reparto de las castañas se han quedado parados, se han interrumpido los cuestionarios, los comentarios, los entrenamientos, las agendas y el itinerario para dedicar parte de su tiempo al divorcio del otoño, deliciosa estación que comienza con cierto amargor.
El mundo padece la mayor de las tristezas al leer la terrible noticia en la portada de todas las revistas del corazón. Si la semana pasada vibraba y brindaba por la felicidad de un matrimonio, ésta se apena por la ruptura de los Brangelinos. El cabeza de familia, el rubio Pitt, se ha echado la culpa con poco disimulo al admitir su condición de infiel por naturaleza, condición a la que no ha opuesto resistencia antes ni durante los años que lleva junto a la blanca Jolie, según se ha podido entresacar del cloqueo que alborota los medios.
Estaba cantado. Hace tiempo que la pareja andaba traspuntá, palabro isleño con el que se denominaba antiguamente a los novios cuando regañaban y se dejaban temporalmente. Debía de ser porque no terminaban las frases, porque uno apenas la empezaba –como el traspunte tras el telón- cuando el otro contestaba con una o dos palabras, concretando o especificando el disgusto, acelerando la situación hacia el final, sin pensamiento en las paces, que unas veces llegaban y otras no. Entre los famosos el asunto es distinto, sobre todo cuando bailan las cifras. En cuanto los Brangelinos salieron a las portadas, empezó la especulación con los datos del contrato prenupcial por delante.
El caso es que los rumores de su separación y posterior divorcio les han acompañado desde que se conocieron. Es el precio, o uno de ellos, que hay que pagar por estar en el punto de mira. Es lo que demanda su público fiel, quiere saber y cuanto más mejor. Los portales y las redes sociales que difundieron en segundos la noticia son los más visitados desde el pasado lunes y las revistas se han vendido como churros. Era una pareja modélica en Hollywood, conocida como la power couple, influyente y solidaria, que intentaba ser normal cuando estaban fuera del plató. Así nos los mostraban las instantáneas impresas y en pantalla.
Lograron cierta paz, consiguieron ser una familia. Ahora todo se complicará aunque pongan todo su empeño en lo contrario. Es por lo que piden respeto, privacidad, espacio, discreción a fin de evitarles a sus hijos la presión mediática. Será difícil porque empezarán a sufrirla en cuanto pisen la calle para subir al autobús escolar, en la propia clase, con los amigos. Nada podrá impedir un titular o una foto. Sólo la profesionalidad de quien oprima el disparador o se siente ante el teclado publicará la noticia con el respeto que merece la popularidad, sin fanatismo ni fatalismo.
Pero esto no vende, así que pasados los primeros días se centrarán en sus anteriores parejas, en los abogados contratados, en la minuta y en todos esos etcéteras que alimentarán el morbo cuché traducido en páginas, incluyendo testimonios de personajes anónimos y los misteriosos comentarios de las niñeras. Para la próxima semana hay planteada una encuesta para votar por la razón del divorcio. Continuará.