El tranvía es la metáfora de cómo los políticos, con su corta visión electoral, crean problemas para los ciudadanos que luego no resuelven
No queda otra. Está claro que el futuro del sistema tranviario de Jaén pasa porque todas las administraciones se entiendan, busquen y hallen una fórmula de financiar una infraestructura que ha cambiado la ciudad de norte a sur. Y debe ser el Ayuntamiento de Jaén, como beneficiario de un sistema de transporte principalmente local, quien debe propiciar ese entendimiento, con el correspondiente cariño y calor del resto de administraciones, principalmente la Junta de Andalucía, sin olvidar al Gobierno de España, que también puede buscar fórmulas para apoyar el tranvía, o la Diputación Provincial, que puede poner su granito de arena con campañas de sensibilización y fomento del transporte público en aquellas poblaciones cercanas a la capital y cuyos vecinos diariamente se trasladan a Jaén. Pero para propiciar ese acercamiento y la colaboración deseada sobran las luces y los taquígrafos que tanto airean los políticos con su verborrea facilona, tosca e interesada. La reunión planteada por el alcalde de Jaén ni debe, ni puede hacerse desde el dogmatismo institucional, aunque sobren las razones. Una cita para un asunto de este calibre se consensúa y se adorna con una cinta de condiciones objetivas que propicie un mínimo entendimiento y un punto de partida esperanzador. Porque no nos engañemos, aquí, quienes sufren el tranvía son los jienenses que cada día se cruzan con la metáfora más clara de cómo los políticos y sus cortas miras electorales crean problemas para los ciudadanos que luego no quieren resolver.