La Fundación Nueva Cultura del Agua desarrollará hasta septiembre de 2023
un estudio de carácter pionero sobre el río Guadalete que pretende desembocar en la firma de un “contrato” social que comprometa a administraciones, agricultores, colectivos ciudadanos y ecologistas a la recuperación del cauce a su paso por la Campiña de Jerez. Es el conocido como “
Contrato del Río”, y el del Guadalete sería el tercero que se sella en España tras las experiencias del Matarraña, en Aragón, y el altiplano de Granada.
El Contrato del Río es un instrumento de gestión que se ha impulsado ya en países como Francia e Italia que persigue la implicación de entre todas las partes vinculadas a un río de cara a su recuperación y preservación. Como explica Antonio Figueroa, colaborador de la citada Fundación, “se hace un diagnóstico y se ponen los resultados en común. A partir de ahí se plantean medidas para recuperar el río y cada parte tiene que comprometerse con la aplicación de esas medidas a través de la firma de un contrato social en el que todos los actores implicados asumen, de forma proporcional, su parte de responsabilidad”. En este sentido, “
viendo la realidad del bajo Guadalete, la diversidad de agentes que influyen en su cauce y que no se ha avanzado en grandes objetivos de recuperación, queremos ver la posibilidad de aplicar ese contrato a este caso concreto”.
La propia Fundación reconoce que la recuperación del río va a ser una tarea compleja, “dados los diferentes problemas que tiene actualmente y la diversidad de administraciones y agentes sociales involucrados. Para avanzar en su mejora se necesitan estrategias creativas para la gestión basadas en el diálogo y la participación de los sectores social, técnico, político y administrativo”. Así, consideran que la resolución de conflictos exige “cambios de conciencia, formación y conocimiento sobre el funcionamiento de los ríos, y requiere de un esfuerzo adicional de coordinación y cooperación interadministrativa”.
Figueroa apunta al respecto que el Guadalete es un río “muy bien estudiado. Hay un buen diagnóstico, y se han diseñado proyectos, planes para recuperarlo.
Se sabe qué hacer, pero el tercer paso, resolver el problema, no se ha llegado a abordar. Hay muchas muchos actores involucrados, entre administraciones, ayuntamientos, Junta de Andalucía, usuarios del agua, agricultores, asociaciones de tipo medioambiental... Unos con más responsabilidad que otros, pero hay un problema de fondo de coordinación”.
Desde la Fundación, que iniciará en enero los primeros trabajos de campo, ya anticipan que será básicamente un primer informe sobre el estado de conservación del río, para identificar los problemas, ya que, “lo más interesante del proyecto” viene después, a partir de las jornadas de participación que se van a organizar con agentes de la zona rural para hacer un diagnóstico participativo.
“Nos interesa mucho y especialmente el social. Que se ponga en común por los actores los problemas del río y cuáles deberían ser las medidas y por quién. Queremos saber qué opina la población y darle participación”. Posteriormente, ya en julio, con el resultado del diagnóstico, se presentarán los resultados del proyecto. “La idea es reunirnos con las administraciones para debatir sobre el contrato del río y con organizaciones sociales para exponerles la utilidad de ese contrato”, apostilla Figueroa, quien subraya que el papel de la agricultura va a ser “fundamental, porque es la actividad con más incidencia y quienes mejor conocen el territorio. Son actores muy importantes y esperamos que se sumen”.
El estudio en sí abarcará el tramo del cauce que va desde la zona de Majarromaque hasta la desembocadura en El Puerto, ya que “se encuentra muy modificada y ha perdido su naturalidad debido, entre otros factores, a la regulación de la cuenca y la alteración del régimen de caudales, el efecto barrera de las infraestructuras, los problemas de calidad del agua y conservación de las riberas o las modificaciones del cauce y la llanura de inundación”.
Figueroa, no obstante, sí reconoce algunas intervenciones favorables en los últimos años, sobre todo las relacionadas con la limpieza del cauce, ya que han “mejorado puntualmente la situación del río y han servido para aplicar una filosofía distinta a la hora de tratar los ríos, dándoles espacio, que tengan zona de movilidad y zonas inundables.
Ese es el presente de lo que hay que ir haciendo, pero no dejan de ser zonas puntuales de intervención y hay que extenderlo a todo el río. Se han hecho muchas cosas pero falta el último empuje final”.
El otro empuje está relacionado igualmente con la necesidad de que ciudades como Jerez sigan viviendo “de espaldas al río” y que el proyecto de vía verde entre la propia Jerez y El Puerto se lleve a efecto en un futuro a corto plazo. “Es una gran infraestructura verde clave para la comarca y está olvidada. Cuando hablamos de recuperar ambientalmente el río eso implica el uso público y ponerlo en valor, y tenemos una gran vía verde sin explotar alrededor del río que puede convertirse en recurso para dinamizar el territorio.
Pero volvemos a tener el problema de fondo de coordinación y de gestión entre administraciones. Si en vez de un sendero se hablara de una autopista se habrían puesto de acuerdo de inmediato. Esto lo ven como secundario”, finaliza.
El compromiso de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA)
La Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) está formada por un grupo de personas de España y Portugal que promueven un cambio en la política de gestión de aguas para conseguir actuaciones más racionales y sostenibles. Está formada por profesionales procedentes de diferentes ámbitos (académico, empresarial, cultural, social…) que, a través del conocimiento científico y con sensibilidad social, defienden una Nueva Cultura del Agua.
En la Fundación Nueva Cultura del Agua trabajan para recuperar los ecosistemas acuáticos (fuentes, ríos, riberas, lagos, humedales…) como máxima expresión de la vida en nuestro planeta. Defienden igualmente la recuperación del valor patrimonial, cultural, estético y lúdico de los ríos “en una sociedad que ha confundido progreso con negocio”. Creen además necesaria una “Nueva Cultura del Agua” dirigida hacia la sostenibilidad ambiental. “Necesitamos una ética que reoriente nuestras relaciones sociales en torno a los usos y la percepción del agua y de la naturaleza en general”.