Algeciras celebra cada año en el mes de noviembre una gala flamenca en la que se hace entrega del más importante reconocimiento flamenco de la ciudad, La Palma de Plata. La Sociedad del Cante Grande, conjuntamente con el ayuntamiento de la ciudad, determina la persona que recibirá tan digna distinción, pudiéndosela conceder a artistas de cualquier rincón, vivos o no, o incluso a varios nombres en la misma edición.
En el 2023, coincidiendo con la trigésima primera vez que se celebra, el artista reconocido por sus méritos ha sido Manuel Moreno Junquera, Moraíto Chico, ilustre guitarrista de Jerez que falleció en agosto de 2011 tras una dura enfermedad. El acto se celebró hace unos días en el Teatro Florida, con la presencia de Juana Barea, viuda del guitarrista, Mini, la hermana de Moraíto, hijos y familiares, y artistas como Enrique El Zambo, Chicharito, Gregorio o Rafa Junquera que tanto compartieron con Manuel.
Con motivo de este acto, se edita la revista Al-Yazirat nº 27, en la que grandes firmas del periodismo, la investigación o la poseía, incluso buenos amigos del homenajeado, publican artículos sobre el mismo, a petición del bueno de Pepe Vargas, Presidente de Honor de la Sociedad del Cante Grande. Un año más hemos colaborado en el resultado final con un artículo titulado “Moraíto, líder carismático de Santiago”.
Se apunta en esas líneas que “Moraíto no fue nunca esclavo del tiempo y del legado recibido, sí miró al frente y, sin dejar de cuidar ese tesoro, implantó sones propios de su época y melodías rítmicas hasta el momento desconocidas. No es una exageración decir que Manuel ha creado escuela. Perteneció a la generación de la década de los 50 del siglo pasado, por lo que coincide en años (aproximadamente) con locos de la bohemia como Luis de la Pica, El Capullo, El Torta, Curro de la Morena, Mijita, Periquín Niño Jero, Enrique El Zambo… y otros tantos que inundaron el nuevo paisaje jerezano con un ritmo de fiesta que aún perdura y que se adueñó de las últimas décadas del Jerez flamenco”.
En otro de los fragmentos, realzamos su apuesta por la nueva hornada flamenca, de la falta que hace, sobre todo a su hijo Diego del Morao: “Manuel, que había acompañado a Manuel Agujetas, Moneo, Tío Sordera, La Paquera o a Fernanda y Bernarda, nunca se olvidó de los jóvenes y arropó con cariño a Jesús Méndez, David Carpio o Felipa del Moreno cuando estos aún no habían cogido vuelo. Los apadrinaba de forma natural. Algunos hoy día dicen sin temor a equivocarse que “si estuviera Morao aquí esto sería distinto y de seguro me hubiera echado un cable”. Claro, artistas jóvenes de Santiago que van por el camino de la ortodoxia se ven desamparados”.
En la actualidad siempre se coincide que el barrio de Santiago no es el que fue, incluso ahora hay reyertas en la calle Nueva, tiroteos y han desterrado a los vecinos de siempre. Parece que Santiago vive sus peores momentos, sobre todo en ese espíritu tan alegre que predominó en una época, tan armonioso. Fue su barrio el que lo despidió prácticamente sin pretenderlo en una tarde de Miércoles Santo, “allí precisamente acabó su historia, donde empezó. En Santiago lo pudimos ver un Miércoles Santo de despedida, ante Jesús del Prendimiento. Por la mañana se reunieron los titos en el bar Gitanería que regentaba Mateo Soleá. Por allí estaban tomando algunos cortitos de La Ina Luis El Zambo, Vicente Soto Sordera, Fernando de la Morena, Diego Carrasco, Rafael Agarrado, Chicharito, El Bo, Rafa… y otros tantos que iban llegando en un día tan señalado. Los más jóvenes admirábamos la estampa sin ser consciente, quizás, de cuanta importancia tenía el momento.
Por la tarde, subieron al balcón de la finca de calle Ancha para cantar saetas y Moraíto, vestido con una chaqueta de terciopelo morada y sombrero, presidía el instante. Grandeza máxima y gitaneidad a raudales. Su enfermedad fue ganando la batalla hasta que un 11 de agosto, con 55 años, el mundo del flamenco se despertó con la trágica noticia. Todos lloraron su pérdida porque personas así eran y son muy necesarias. Han pasado once años de aquel momento y podemos asegurar que Santiago y el flamenco de Jerez no caminan al mismo son. Tenemos la suerte de seguir hablando con Teresa, su santa madre, en la casa donde vivían en la calle que ahora lleva su nombre. Tenemos la dicha de escuchar a su hijo Diego, que se acuerda del padre y nos hace llorar. Tenemos la suerte de haber coincidido en el tiempo con Moraíto. Los más jóvenes no podrán decir lo mismo y entendemos que para ellos sea una tristeza. Moraíto marcó época”, concluye el artículo.