He vivido con cierto alejamiento la ceremonia de canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, entre otras cosas porque esto de las grandes ceremonias no me entusiasma ni poco ni mucho, sino nada.
Pero quisiera opinar sobre ello. Es claro que Juan Pablo II ha sido un Papa que ha marcado el siglo XX por la gran intensidad con que ha mostrado el Papado y por la enorme personalidad con que lo ha ejercido. Aunque en mi humilde opinión ha sido excesivamente conservador en muchos aspectos, y ha habido un cierto alejamiento que creo que el actual Papa Francisco está enfocando de forma absolutamente excelsa.
Pero lo que quería era ensalzar la figura de Juan XXIII, que fue un Papa al que no conocí prácticamente porque yo era un recién nacido, pero al que sin embargo he admirado y al que me he ido acercando con el paso de los años. Hay muchas cosas de él que me impresionan, y sin duda lo más importante es el evidente paso adelante que su Papado significó para la Iglesia Católica.
Creo que hubo un momento en que se produjo la gran circunstancia de que coincidieran como dirigentes Kennedy, Jruschof y Juan XXIII y tal coincidencia fue abortada de manera casi inmediata de forma desgraciada y violenta.
Pero sigo penando que esa combinación de sencillez y sabiduría de Juan XXIII debe ser ensalzada y estudiada a fondo. Son muchos los ejemplos que se podrían poner sobre su gran anhelo de paz, que se plasma en la magnífica Pacem in terris, con frases tan sugerentes como la de que “la paz no puede darse en la sociedad humana si primero no se da en el interior de cada hombre”. O en hechos como sus alocuciones en la radio con ocasión de la crisis de Cuba o su acercamiento a otras religiones y a otras culturas.
Creo que por encima de todas las creencias la bondad -que en absoluto está reñida con la inteligencia- debe ser resaltada siempre en una sociedad tan absolutamente necesitada de ella. Y no creo que proclamar la misma en Juan XXIII sea inútil ni deba ser escondido por ese temor a aparecer como excesivamente ñoños que parece debe impregnarnos a quienes pensamos así. Por el contrario, entiendo debemos proponer el estudio de su biografía y de su figura en general como un ejemplo para los creyentes y para quienes no lo sean.