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Málaga

Arranca en Málaga un proyecto pionero para jóvenes sin hogar

La capital cuenta con dos pisos cedidos por el IMV donde diez jóvenes se benefician de alojamiento e integración sociolaboral en una iniciativa encaminada hacia su autonomía personal puesta en marcha por Rais Fundación y Málaga Acoge.

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Adán, Donald y Ahmed llevan apenas dos semanas compartiendo piso en la barriada  de La Virreina. Ellos mismos han pintado las paredes o montado los muebles de su nuevo hogar. Ninguno pasa de los 25 pero ya han conocido lo que es vivir en la calle. Ahora, guiados por Rais Fundación y Málaga Acoge, forman parte de un proyecto pionero que ofrece alojamiento e integración sociolaboral en un “entrenamiento” hacia su autonomía personal de adulto que durará de 9 meses a un año. Una iniciativa que ya lleva tres años en marcha en Madrid y que pone la mirada en un perfil poco conocido y muy vulnerable, el de los jóvenes sin hogar, muchos de los cuales han sido tutelados hasta cumplir los 18.

Proporcionar un techo es una de las formas de romper con el círculo del sinhogarismo y filosofía de Rais. “Es uno de los pilares, junto a la formación o la capacitación para administrar su economía o cocinar, con aciertos y errores como cualquier joven de su edad”, explica Alejandro Bernal, gerente de Rais en Málaga.  En la capital cuentan con dos viviendas cedidas por el Instituto Municipal de la Vivienda con una decena de chicos, aunque hay más de un centenar de casos, que requeriría ampliar plazas.

Derribando tópicos

Toda una experiencia que derriba tópicos y que hace escasos días recibió el premio de innovación de la Obra Social de La Caixa. Y es que no solo afecta a extranjeros. Prueba de ello, Adán, malagueño de 24 años, comienza hoy sus prácticas de cocinero en un hotel, que compaginará con el Bachillerato. “Siempre piensan que estás en la calle por un problema con la justicia o las drogas”, apunta. Su sonrisa y ganas al pensar en este nuevo capítulo de su vida abruman. Ya piensa en irse al ejército, “porque es un lugar donde puedo seguir estudiando”. Cuestionado sobre la dureza del reto, lo tiene claro: “no tengo miedo, hay cosas más duras”.

Donald, con 22, es camerunés y, tras pasar por un centro de menores en Ceuta, fue acogido por una familia en el Rincón. Cuando la ayuda se agotó, se vio en la calle, aunque durante un tiempo trabajó como mozo de almacén. Ahora también estudia cocina y sueña con acabar la Eso. “Estoy muy contento del apoyo que he recibido, gracias a esto voy a recuperar todo lo que he perdido”, explica.

Ahmed, de 19, llegó por casualidad, gracias al fútbol, un deporte que Rais usa para combatir el sinhogarismo. Cuenta con formación para presumir de currículum con jardinería, cocina o hostelería. Marroquí, aspira a “ayudar a niños o mayores cocinando en algún centro”, mientras espera que alguien le contrate para tener sus papeles. Un proyecto en el que además de ayudar, también dan, implicándose en el voluntariado. Unidos por la misma herida, ahora comparten sueños entre cuatro paredes. Y retos. Peldaño a peldaño.

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