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Irán e Irak desentierran juntos a sus caídos 25 años después de la guerra

Cada varios meses, un particular convoy cruza la frontera entre Irak e Irán atravesando el desierto rico en petróleo que fue escenario de una de las más cruentas contiendas del siglo pasado y la más larga (1980-88), que se cobró alrededor de un millón de muertos de ambos bandos

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Veinticinco años después del fin de la guerra entre Irán e Irak, la mayor contienda convencional del siglo XX, iraquíes e iraníes trabajan mano a mano en los que fueron sangrientos campos de batalla para exhumar e identificar restos mortales de sus caídos.

Cada varios meses, un particular convoy cruza la frontera entre Irak e Irán atravesando el desierto rico en petróleo que fue escenario de una de las más cruentas contiendas del siglo pasado y la más larga (1980-88), que se cobró alrededor de un millón de muertos de ambos bandos.

Restos mortales de decenas de soldados llegan a Irán en sacos blancos para iniciar un largo y trabajoso proceso de identificación y poder ser enterrados en su tierra.

Cientos de personas viajan en peregrinaje al sur, acuden a recibirlos y los portan a hombros en ataúdes de cartón cubiertos con la bandera nacional.

Son ceremonias masivas que sirven, no tanto para enterrar recuerdos, sino más bien para reavivarlos y colocar a los caídos en el lugar privilegiado que los iraníes reservan a los mártires de la que denominan "Sagrada Defensa".

"Venimos para mantener viva la sangre de los mártires. Aunque no los conozca ni se sepan aún sus nombres, para nosotros no son extraños", dijo a Efe Malihe Shamsi en el campo de Shalamcheh, adonde acudió en marzo a la última ceremonia de recepción, en la que se recibieron restos de 95 cadáveres.

"Para nosotros es como si fueran nuestros hermanos o padres, porque sacrificaron su sangre", añadió.

Emocionada, recordó que buena parte de los caídos "no eran ancianos, no tenían 30 o 40 años. No. Muchos tenían 13 o 14 años y lo dejaron todo" para defender "la patria, la tierra, el honor y el islam".

Otra mujer, que pidió no ser identificada, señaló que su familia lleva "27 años esperando" los restos de su mártir.

"Cuando veo los ataúdes, me acuerdo de mis familiares. Es como si fueran ellos. Estoy contenta de que vuelvan a Irán, a nuestra tierra, aunque también triste por el martirio de nuestros jóvenes", aseguró.

Las excavaciones se realizan casi todas en territorio iraquí, porque en Irán apenas quedan restos, ya que el país puso en marcha un programa de recuperación de cadáveres a los pocos años de iniciarse la guerra.

Unos cuarenta iraníes e iraquíes trabajan juntos en penosas condiciones para encontrar, desenterrar e identificar los restos.

"Las exhumaciones conjuntas se llevan a cabo principalmente en la península de Al Fao y en Majnoon, en el sur de Irak, en condiciones muy difíciles", explicó a Efe en Teherán Eva Puhar, jefa de Actividades de Protección del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Irán, que apoya el programa de recuperación.

"Esos campos de batalla, a pesar de haberse desminado parcialmente, son de los más contaminados con explosivos que existen y las condiciones medioambientales son muy duras. Es una zona desértica, despoblada, donde en verano se alcanzan fácilmente los cincuenta grados", señaló.

Una vez exhumados, los restos se trasladan a un laboratorio cerca de Basora (Irak), donde forenses de los antaño enemigos determinan qué huesos se trasladan a la República Islámica y cuales permanecen allí.

Fuentes iraníes cercanas al proceso indicaron a Efe que para la identificación de la nacionalidad se utilizan elementos como placas militares o restos de uniformes, cuando los hay, o si no objetos personales como fotos de clérigos u otros símbolos que puedan demostrar la procedencia.

También es determinante el trabajo de los militares. En Irán, existe un Comité Militar de Búsqueda y Recuperación cuyos expertos estudian los registros de las batallas y la posición de los cuerpos en las trincheras para concluir a qué bando pertenecían.

Desde que empezaron a realizarse las exhumaciones en 2011 se han hecho doce operaciones en las que se han identificado alrededor de novecientos cadáveres, explicó Puhar.

Teniendo en cuenta lo sangriento de la guerra y las malas relaciones entre Teherán y Bagdad hasta que murió Sadam Husein, la colaboración de los dos países en este proyecto resulta admirable, añadió.

Pero por delante les queda una tarea titánica con decenas de miles de desaparecidos más por localizar e identificar, según el CICR, una cifra que medios iraníes elevan a 60.000.

"El trabajo puede fácilmente prolongarse varias décadas", aseguró Puhar.

El organismo internacional facilita las relaciones y ofrece apoyo técnico y forense cuando es necesario.

En 2009 donaron la primera máquina para analizar el ADN de los huesos y ahora estudian entregar un equipo de identificación molecular que ayude a ponerles nombre y apellidos para entregárselos a sus familiares y que, por fin, los entierren en sus ciudades y tengan una tumba en la que llorarlos.

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