Villaconejos es un municipio situado al sureste de la Comunidad de Madrid en el que sus cerca de 3.500 habitantes han encontrado en Alberto, el único policía local del municipio, un soporte fundamental para cumplir con el confinamiento decretado en el estado de alarma.
"A la gente mayor, que a veces no puede ni andar, les digo que no salgan, que llamen por teléfono a la tienda, que pidan lo que quieran y que ya paso yo a por la bolsa y el dinero y se lo acerco a casa", explica a EFE este servicial agente de 41 años, que dejó su puesto en San Sebastián de los Reyes, en el norte de Madrid, con la idea de buscar un pueblo "pequeño y tranquilo".
Cuando llegó a Villaconejos eran seis agentes en plantilla, pero se quedó solo hace dos años "porque hay compañeros que se han ido en comisión de servicio y otros se han prejubilado, así que aquí hago de todo", señala el policía, al que sus vecinos llaman por su nombre y al que localizan de forma directa a través de un teléfono móvil.
Durante estos días, Alberto acompaña a las personas más mayores al médico si es necesario: "Yo las ayudo, las bajo andando, las cruzo y las dejo dentro y, cuando terminan, me llaman desde el centro de salud, las recojo y las llevo a su casa".
Aunque no solo ayuda a las personas de edad más avanzada, ayuda "a cualquier persona que lo necesite, por ejemplo una mujer que tenga niños pequeños, que tiene que ir a por pan y no puede dejar a los niños y tampoco quiere sacarlos, me deja el dinero y voy yo. ¿Qué hacen? ¿Se van a arriesgar a sacar a los niños?", indica.
Bajo el estado de alarma, Alberto es uno de los miles de trabajadores en España que no puede teletrabajar y se mueve con su coche patrulla por Villaconejos con un sistema de megafonía por el que recuerda a sus vecinos la obligación de quedarse en casa.
El único policía local de Villaconejos tiene un sistema de turnos similar al de otros agentes en otros municipios, aunque nunca duda en atender a sus vecinos cuando está librando: "Mi horario es flexible y por eso también cedo, si tengo que subir un día que estoy librando, pues subo".
Su colaboración alcanza incluso a aquellos que necesitan tabaco y a los que evita salir al estanco: "Son cosas que a mí no me importa hacer".
La confianza que tienen en él todos sus vecinos no confronta con su autoridad cuando, en estos días, les pide que se metan en casa: "Lo normal es que la gente te tome en serio, aunque siempre hay excepciones", confiesa Alberto, que presume de tener "una buena relación" con los comerciantes de Villaconejos.
"Es un pueblo muy pequeño y yo soy muy abierto, me llevo bien con todo el mundo", dice al teléfono, explicando cómo le llaman "cuando ven un coche sospechoso" o alguna circunstancia que rompe con la rutina habitual del pueblo.
Desde que se decretó el estado de alarma, "hay más movimiento" en torno a los dos pequeños supermercados de Villaconejos y a las pocas tiendas de alimentación, ya que, "por lo general, la gente baja a comprar a Aranjuez".
El ayuntamiento ha suspendido el mercadillo de los viernes y la venta ambulante en un municipio en el que son habituales los puestos de venta de melones y otros productos en las puertas de algunas casas: "Ahora no es época, pero ya he tenido que levantar dos puestos", dice, indicando que los grandes almacenes agrícolas del municipio están vacíos de trabajadores.
"Las puertas están cerradas, tan solo están limpiando, porque se ve salir el agua por debajo de las puertas", apunta antes de despedirse para continuar prestado un servicio que, como tantos otros en estos momentos, es imprescindible.