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Cuba: El desafío de aislarse racionando internet

El confinamiento en una Cuba casi paralizada por el coronavirus luce muy diferente al del resto del mundo

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  • Cuba. -

Olviden Netflix, la televisión por cable o entretenerse durante horas en redes sociales. Sin wifi ilimitado ni datos móviles con tarifa plana, el confinamiento en una Cuba casi paralizada por el coronavirus luce muy diferente al del resto del mundo.

El aislamiento para la gran mayoría de los cubanos, que viven ahorrando el saldo de sus teléfonos y cuentan cada megabit, no estará marcado por retos virales, maratones de series online o vídeollamadas en Zoom, porque la internet, cara e inestable, es tratada como un bien preciado, no como algo que se da por sentado.

"Desde que decidí no salir más, lo primero que pensé -después de hacer una lista mental de la comida por comprar- fue que tengo que ahorrar los megas porque incomunicada no me puedo quedar", contó a EFE Daniela, una empleada estatal que usa sus datos sobre todo para saber de su familia en España, "ahora mucho más que están tan mal".

PLANIFICAR LA CUARENTENA

Cuba no es uno de los países más golpeados por la pandemia y oficialmente aún está en fase pre-epidémica, pero el riesgo de un brote mayor y el dantesco escenario internacional han hecho que el Gobierno blinde fronteras, cierre escuelas, suspenda eventos y pida salir solo lo necesario, aunque sin decretar una cuarentena masiva.

No obstante, muchos isleños no han esperado a una orden oficial y se han autoconfinado después que las autoridades anunciaran los primeros casos de COVID-19 el pasado 11 de marzo, una decisión compleja en un país lastrado por el desabastecimiento crónico.

Para Adela, una maestra jubilada de Ciego de Ávila (centro), "guardarse en casa" incluyó un peregrinaje de varios días por las tiendas y, aunque trató de evitar las largas filas para comprar alimentos, detergente y papel higiénico, tuvo que pasar más de dos horas en varias "colas", vigilando que nadie se le acercara mucho.

También tuvo que limitar sus conexiones. Sin la wifi pública, más barata (entre 70 centavos y 1 dólar por hora) y rápida que los datos, pero más concurrida, todo lo que queda es la internet móvil.

Este es un servicio caro en la isla, donde el salario medio mensual no llega a los 45 dólares y las pensiones oscilan entre los 15 y los 20 dólares.

Los planes de datos mensuales de Etecsa -el monopolio estatal- van desde los 5 CUC (equivalente al dólar) a los 35 y 45 CUC, estos últimos solo dirigidos a usuarios de la red 4G que aún no llega a todo el país, cubierto por una sobresaturada 3G que soporta las llamadas y la mayoría del tráfico de Internet.

El servicio Nauta Hogar, una alternativa más asequible de conexión desde casa, solo llega a unos 150.000 hogares (4 % del total de viviendas en Cuba) por falta de capacidad de instalación.

ESTIRAR LA RECARGA

Ante la realidad de que "la cuenta no da", miles de cubanos dependen de las recargas móviles que envían familiares y amigos desde el exterior. Etecsa lanza al menos dos promociones al mes en las que multiplican el monto de los pagos realizados en euros y dólares, una vía para Cuba de captar las tan necesarias divisas.

En marzo, cuando los cubanos comenzaron a pasar más tiempo en casa, el tráfico de internet en el país aumentó un 30 %, incremento que coincidió también con un alza en las operaciones de Fonoma, una de las empresas privadas dedicadas al envío de recargas móviles al país caribeño.

Para Fonoma, el primer trimestre de 2020 se tradujo en un incremento de casi un 11 % comparado con los tres últimos meses del año anterior, tradicionalmente una de las épocas más ajetreadas. Esto se debió sobre todo al número "sin precedentes" de recargas en febrero y marzo, explicaron a EFE fuentes de la empresa.

La mayoría de sus clientes provienen de Estados Unidos, España -con "el mayor volumen de recargas histórico" el mes pasado-, Italia, Canadá y Alemania.

"Mi hermano es quien me pone recargas todos los meses. Él vive en Miami y como está casi sin salir de la casa, quiere que estemos comunicados todo el tiempo. Trato de no hacer muchas vídeollamadas para que no se vayan tan rápido los megas, ahora también los necesito para entretenerme", aclara Yusnel, un joven habanero.

Solo unos minutos al día en Instagram y Facebook "porque las fotos y los vídeos gastan mucho" y mucho tiempo en Whatsapp: esa es la rutina de este mecánico, que también ha encontrado en Telegram no solo una aplicación de mensajería, sino todo un ecosistema donde ver memes, recibir noticias y hasta enterarse de qué hay en las tiendas.

TRABAJAR DESDE CASA

La criolla expresión de que en Cuba "todo es con dolor" viene muy bien a quienes pagan la internet con la que trabajan en sus casas. Así pueden explicar la elección de anteponer la salud personal a la del bolsillo.

La gran mayoría de estos autónomos -el Gobierno asume el costo de la conexión de sus empleados-, solo tienen acceso en sus hogares a la internet móvil y comparten la conexión desde sus teléfonos.

"Al estar en casa uno gasta muchos datos móviles porque estamos todo el tiempo conectados y eso hace que los paquetes se vayan como agua. Lo que antes me podía durar casi un mes, ahora puede que no me llegue a la semana", aclara Glenda Boza, periodista de El Toque, uno de los medios alternativos cubanos más influyentes.

La prolífica tuitera, que acumula casi 4.000 seguidores en esa red social, no ha dejado de hacer entrevistas y publicar artículos estas tres últimas semanas, ahora desde su hogar en la central Villa Clara, una de las provincias cubana con mayor número de positivos al coronavirus.

En el caso de Rafael, la decisión de cambiar la oficina por la sala de estar fue tomada entre colegas y apoyada por su empleador, una empresa extranjera que asume los costes de la relocalización. Su trabajo incluye el manejo de redes sociales, lo que "supone un gasto tremendo".

"Es casi imposible a nivel económico para cualquier 'cuentapropista' cubano pagar los precios de los paquetes móviles para trabajar. Te consume demasiado. En mi caso lo paga la empresa, pero igual, es muy caro", confiesa.

ALGO ES ALGO, PERO NO LO SUFICIENTE

La reivindicación ciudadana de que Etecsa baje los precios de internet no son nuevos, pero han cobrado más fuerza en tiempos de la COVID-19.

Directivos del monopolio estatal de las telecomunicaciones han asegurado que no pueden rebajar tarifas porque el país no tiene la capacidad tecnológica para asumir la demanda que se generaría.

En cambio, anunciaron que este abril reducirían a la mitad el precio de los datos de madrugada, entre la 01:00 y las 06:00 horas, el periodo de menor tráfico.

La iniciativa pensada para descongestionar la red fue recibida con mediano optimismo por algunos: "No es mucho, pero algo es algo", escribió un usuario en Twitter. Mientras, otros han bromeado con que la nueva medida "será bien recibida en la comunidad de vampiros cubanos".

A quienes trabajan en casa esta rebaja le reporta escasos o nulos beneficios porque implicaría variar radicalmente los horarios.

"Me parece que no lleva a ninguna parte, no es un beneficio real y solamente las personas con insomnio o los custodios (guardas nocturnos) podrán sacarle provecho a eso. Otra cosa son las 10 horas extras a los paquetes del Nauta Hogar, el servicio de internet en las casas, pero solo algunos pocos lo tienen todavía", insistió Rafael.

CUARENTENA SIN INTERNET

"¿Se imaginan si esta pandemia nos hubiera cogido en 2018? ¿Qué haríamos sin Internet?", se pregunta un tuitero cubano sobre la realidad que viven aún hoy millones de sus compatriotas.

Cuba cerró el 2019 con 7,1 millones de personas con al menos una conexión a Internet en el año, el 63 % de su población de 11,2 millones. ¿Qué hace el otro 37%?

"Ver mucha televisión", responde Rudy, un chófer habanero aislado en casa con sus dos padres ancianos y su pareja. Desde hace unos días los canales estatales ha reforzado su programación e incluso trasmiten las actualizaciones diarias del Ministerio de Salud y las teleclases para los alumnos de varias enseñanzas.

Los cubanos no pueden contratar el servicio de televisión internacional por cable al que sí acceden los extranjeros, hoteles y algunos funcionarios autorizados.

Por eso, la salvación de esta y otras miles de familias en el país ha sido el popular "paquete", una enorme selección de contenidos "offline" que se copia cada semana en memorias externas y que incluye desde estrenos de cine a series, música o revistas.

De hecho, el autoconfinamiento ha hecho que aumenten los clientes de Jorge Luis, un "paquetero" que entrega discos duros a domicilio cada fin de semana en Placetas, un pequeño pueblo de Villa Clara, ahora armado con mascarilla y guantes. 

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