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Cuestión de tópicos

El tópico de “la vida es sueño” y su conclusión de “y los sueños sueños son” que nos recuerda a Calderón de la Barca no son afirmaciones totalmente ciertas

Publicado: 16/02/2025 ·
14:51
· Actualizado: 16/02/2025 · 14:51
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Los tópicos son la mayor parte de las veces frases sentenciosas que han conseguido su madurez y reconocimiento a fuerza de replicarse continuamente en el mundo de relación de las personas. No tienen la profunda sabiduría del aforismo, ni tampoco la gracia o el arte de los refranes, pero su continua repetición le da aires de certeza y validez. Cuando se habla de amistad o amigos, siempre se dice que “su número es inferior a los de los dedos de una mano”. Y se dice que esto es cierto, pero al afirmarlo nos olvidamos de los que llevan abiertas ambas manos, para ofrecérsela a todo aquel que las precise. Que tenemos de comer, dijo al posadero el viajante. Lo que usted traiga en sus alforjas, le contestó el mesonero. Si el tópico es ser feliz, en lo primero que hay que pensar es en lo que cada uno aporta, no en lo que los demás nos den.

Un tópico muy frecuente es preguntarles a las personas que se entrevistan en cualquier medio de comunicación: ¿qué se llevaría usted a una isla solitaria? Siempre he creído que lo único que hay que llevarse es el billete de vuelta, porque el ser humano no fue creado para la “soledad”, por eso se le dio en el principio de los tiempos, al unísono de su creación, la de una compañera, indicando que el estado natural en la vida es el de no estar solo, tal como el Génesis lo ha indicado. En la vida tenemos que soportar el ser envidiado, pero hemos de evitar el ser envidioso. Ambas cosas no se solucionan aislándose, sino buscando en el medio y con las personas que vivimos, las posibles soluciones. Nunca hay soledad, porque no somos simples, singulares, sino que siempre nos acompaña como nuestra sombra en días soleados, el pensamiento. El libro, el hobby, el oficio, la creatividad y el arte nunca estarán en desapego con nuestro yo. Ni siquiera los dioses que todo lo pueden y dominan, pueden estar intrínsecamente solos.

Fray Luis de León nos venía a decir en una famosa “décima espinela” que la dicha estaba en aislarse en el campo, en un vivir humilde y a solas con Dios. Pero siguió dando sus clases, el famoso tópico “decíamos ayer”. Es la controversia siempre existente entre la vida rural y la urbana. en la que ninguna de las dos tendrá razón de modo absoluto y lo único cierto es que mientras que creamos que el paisaje nos va a definir su belleza, estamos equivocados. La belleza no existe sin el reconocimiento del ser humano porque fuera de su capacidad reflexiva no hemos visto hablar de ella a ningún otro ser orgánico. Si no tienes con quien compartir la felicidad, es absurdo creer que se posee.


Un tópico muy actual es el de considerar que cada día hay que vivirlo como si fuera el último, disfrutarlo al máximo dada la fugacidad de la juventud, la belleza o el amor. Pero habría que pensar primero en qué consiste ese disfrutar para los diferentes caracteres y formas de pensamiento y después saber por experiencia propia que el sonido seductor del brotar el agua en la fuente, oído de forma reiterada o diaria, acabaría siendo un sonido molesto que nos impediría el descanso o el sueño. La tristeza es también parte de la vida, el querer anularla es propio de personas de ignorancia invencible. El repostero con su vida dedicada a la elaboración continuada de “dulces”, conoce muy bien el sabor amargo de los alimentos.

Se dice como afirmación inequívoca que el tiempo es imposible de recuperar. Cierto en parte, porque el recuerdo del mismo forma parte de la vida virtual de las personas, que es un mundo, al igual que real, de cuya existencia no se puede dudar.

No es razonable tampoco el tópico de que la vida es llorar y sufrir. Esta visión pesimista de la existencia es propia de espíritus que buscan con intensa ansiedad el ser escuchados y comprendidos y el no encontrarlos les minimiza o anula su “yo” y su carácter. Es verdad que es muy preciso encontrar entonces apoyo, pero es más cierto que lo que hay que poner en marcha en esos casos es la capacidad personal de lucha, sin contar ni creer que esto le corresponde a su entorno.

La vida no es un teatro, ni Dios es un dramaturgo, por más que el tópico quiera insinuarlo. En el escenario el protagonista interpreta la vida de otros, luego no hay verdad. El que escribe el guión no es más que un escritor, pero no un ser sobrenatural que nos está indicando nuestro destino. Por lo tanto, no mezclemos realidad, con imaginación, arte o creatividad. La verdad es la realidad de las cosas. Lo imaginativo o irreal es su representación escénica. El tópico de “la vida es sueño” y su conclusión de “y los sueños, sueños son” que nos recuerda a Calderón de la Barca no son afirmaciones totalmente ciertas y de un solo significado, ya que cuando los sueños se logran y alcanzan perfección han mutado su existencia a un mundo real. Imposible no citar el final de la existencia, la muerte. No es un tópico, porque al no discriminar, sino ser igual para todos los vivientes, es de parecer inequívoco y no admite clasificación, división en fascículos o distintos puntos de vista, porque intrínsecamente trae el final de la vida.

Tres tópicos, vida, muerte y amor. El amor es el tópico más sublime que se conoce. Repetir su palabra nunca será sonido brusco o rudo, para unos tímpanos humanos siempre faltos de arrullo, de caricia, de pequeños detalles, que esta palabra siempre los compensa.  Hemos vivido el día de los enamorados recientemente. Las flores han llevado alegría y felicidad a múltiples hogares y parejas de enamorados. Cada regalo que se ha hecho en este día ha ido unido a una frase de eterna continuidad de las palabras “te quiero” y esto es algo importante en una sociedad que pasa la mayor parte de los días del año pensando en el resentimiento, la envidia o la venganza, enroscándose en la soberbia y la vanidad y destruyendo no los muros, sino el espíritu de concordia y enamoramiento que el repetido tópico de la palabra amor no debe consentir.

 

 

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