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Cádiz

Una Catedral sin guardianes y condenada por la sal

Los arquitectos Juan José Jiménez Mata y Alberto Jiménez insisten en la necesidad de que exista una cuadrilla de trabajadores a cargo de un arquitecto director

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  • Existe un Plan Director desde el año 2009 bajo encargo de la Junta de Andalucía que nunca se ha llegado a concretar

Las ciudades nacen desde las entrañas de la tierra. Sin embargo, en el caso de Cádiz fue el mar el que dio luz a la ciudad. Por ello no encontraron lugar mejor para colocar su Santa Cruz que sobre el mar. De Acero a Daura. Más de un siglo. Seis arquitectos. La Catedral Nueva se fue erigiendo poco a poco con el mecido de las olas que rompían a su espalda. Sin darse cuenta de que la sal que la vio crecer sería también su verdugo.

La situación actual de la Catedral es mucho mejor que la de hace cuarenta años”

El principal problema que siempre ha tenido la Catedral son los materiales con los que se construyeron. Los morteros que cierran los sillares están compuestos con arena de la playa y agua salobre. La humedad característica de la ciudad, sumado a su cercanía al mar, hacen que la sal ya incorporada al conglomerado sufra un proceso químico de cristalización y desencadene en la erosión de las piedras. Esto motiva que se produzcan desprendimientos tanto en el exterior como en el interior.

No obstante, “la situación actual de la Catedral es mucho mejor que la de hace cuarenta años”, según explica el arquitecto Juan José Jiménez Mata, quien ha velado por la salud de la construcción durante más de tres décadas en obras puntuales de conservación y restauración. Y es que hay que recordar que la Catedral permaneció durante 17 años cerrada por el peligro que suponían los desprendimientos en su interior. En los ochenta se abrió al público colocando unas redes de nailon, que se encargaron al muelle pesquero, y que tuvieron que ser sustituidas posteriormente por otras que no sufrieran el deterioro de la luz. Esas redes son las mismas que aún siguen estando después de más de treinta años, por lo que Jiménez Mata apunta que “ya va siendo hora de que se sustituyan”.

“La Catedral no se está cayendo, no hay que ser alarmistas”, señala. Desde la primera intervención realizada a mediados de los años 80 suman ya dieciséis las obras que ha podido realizar, con una inversión total de unos 4,4 millones de euros. Las dos últimas fueron dirigidas en 2014 y 2015 por Alberto Jiménez, (hijo de Jiménez Mata), para impermeabilizar los más de 3.000 metros de las tres cubiertas y adecuar la Torre de Levante para su visita turística.

Pero aunque, como apuntan ambos arquitectos, el estado del templo no sea alarmante, sí que se hace necesario “un mantenimiento continuo, dirigido por un arquitecto superior con experiencia”. Existe un Plan Director, redactado por el propio Jiménez Mata, desde el año 2009 bajo encargo de la Junta de Andalucía.  Nunca se ha llegado a concretar por una falta de entendimiento entre el Cabildo Catedralicio y el propio ejecutivo andaluz. El presupuesto marcado entonces fue de 15 millones de euros. “Ese montante económico, con los edificios que hoy día se están haciendo, tampoco creo que sea una cifra desorbitada”, expone Alberto Jiménez. “El puente nuevo ha costado 550 millones, además de los 30 millones que supone el mantenimiento anual de los dos puentes;—apunta su padre— con ese dinero se hubieran restaurado más de cien casas como la Casa Fragela. Está todo dicho, ¿no?”.  A día de hoy el presupuesto que recoge el Plan Director habría que actualizarlo, pero existen vías de financiación como el 1% cultural que destina el Ministerio.

Con la intención de moverlo del cajón en el que se encuentra este plan, Alberto Jiménez se puso en contacto con miembros  del Cabildo hace poco más de un año ofreciéndose como asesor, “y si es necesario cogemos el coche, vamos a la Administración de Hacienda del Patrimonio a Sevilla o al Ministerio en Madrid para contarlo; porque si hay voluntad nosotros estamos encantados de colaborar”, explica Jiménez hijo.

La importancia del material

Los arquitectos recalcan la necesidad de incorporar materiales de calidad para que las obras sean “una solución definitiva y no un parche momentáneo”. Para Alberto Jiménez es importante saber qué materiales se pueden usar, cómo y el tratamiento previo del soporte que hay que realizar en estas obras de rehabilitación. En este sentido, destaca el uso en los últimos proyectos de una cal hidráulica procedente de Francia o una cal envejecida de Morón de la Frontera, que han dado muy buenos resultados.

Según nos cuenta, actualmente se están usando en proyectos similares productos más baratos no naturales, que realizan una función muy parecida pero que “no aseguran una finalidad óptima”. “Realmente hay un tema comercial importante que nunca las administraciones y los propios técnicos municipales deben de absorber comprando materiales sin tener la previa información”.

De igual manera valoran la experiencia necesaria para este tipo de monumentos y la necesidad de una “especial sensibilidad arquitectónica”, algo que “no se está llevando a cabo, lo cual me parece un disparate porque las obras no pueden hacerse de cualquier manera y con materiales inadecuados”, explica Alberto Jiménez.

Una cuadrilla permanente

El futuro que le espera a la Catedral no reside únicamente en la aprobación de un proyecto de envergadura que acabe con los problemas subyacentes. Ambos arquitectos coinciden en la necesidad de “una cuadrilla que trabaje de forma pormenorizada las diferentes zonas y que trabajen a la par con un arquitecto superior responsable”. La gestión posterior a una gran obra de este tipo es casi tan importante como su consecución.  Esta construcción parece ser una de las grandes olvidadas por la Delegación de Patrimonio durante décadas y, a día de hoy, se encuentra en un estado que aunque no sea alarmante sí preocupa de cara a su longevidad en el tiempo. En parte esto se debe a que nunca haya existido un arquitecto contratado que se ocupe continuamente de su mantenimiento, como si ocurre en catedrales de otras ciudades andaluzas como Sevilla. Y todo edén debería tener su guardián. 

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