Activismo filosófico

Publicado: 09/06/2021
Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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El pasado domingo salió publicada en El País la primera entrega de una serie de artículos que hacen una radiografía de la situación de la juventud española...
El pasado domingo salió publicada en El País la primera entrega de una serie de artículos que hacen una radiografía de la situación de la juventud española durante la pandemia, a partir de cientos de informaciones recopiladas entre jóvenes de todo tipo, constatando que seguramente estamos ante el segmento social más agredido, donde se ceba la pobreza, la falta de futuro, la imposibilidad de poner en marcha un proyecto personal de vida, la incertidumbre, la frustración y la emigración como única alternativa en muchos casos.

No creo que la pandemia por sí sola haya provocado este panorama desolador entre la juventud, en todo caso ha agravado una situación de por sí insostenible desde hace años, sin que la sociedad haya sabido evitar que se marchiten prematuramente los que están llamados a ser el soporte social dentro de dos o tres décadas.

Confieso que la situación me preocupa y me entristece. Por definición, la persona joven, hasta los treinta y tantos, es la que aporta el empuje, el entusiasmo, el avance hacia el futuro y sin embargo no es así de manera general. Se sienten traicionados por una sociedad que les demandaba el esfuerzo de una capacitación exigente, y ahora no tienen su lugar ni un salario suficiente para soñar con su propia vida.

Entre ellos son frecuentes las necesidades de atención psicológica por la ansiedad, la frustración o la depresión, como si fueran culpables de no haber vivido una dictadura, o los años del hambre, o una guerra civil, o sencillamente que nacieron en democracia con mejores perspectivas que sus antecesores.

Reconozco mi frustración porque no sé cómo llegar a ellos para infundirles ánimo y esperanza. Sólo se me ocurre recurrir a mi propia experiencia vital, desde la cual propongo conocer y activar las propias capacidades interiores, virtudes o valores, llámese como se quiera, y a partir de ellas conseguir una nueva perspectiva de la vida, valorar que la mayor parte de las cosas importantes quedan al margen de una nómina, que no por ello deja de ser necesaria.

La indagación interior y la aplicación de las respuestas encontradas son una forma de activismo filosófico, que proporciona herramientas para llegar a esos valores, que permite sacar provecho de esta situación desesperada y desde el cual cuestionarlo todo puede que sea la única opción razonable.

Quién sabe si tantos cientos de miles de jóvenes expulsados del paraíso del viejo sistema, no acaban encontrando la tierra prometida de una sociedad mejor, más en sintonía con las reglas de Gaia y las necesidades globales del ser humano, desde el activismo filosófico como primer paso.

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