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San Fernando

“En San Fernando no queda nada, sólo quedamos muchos jubilados”

Francisco Rodríguez Gallardo, 'Paco el de La Esperanza', vio venir el declive del comercio hace 30 años cuando los supermercados asaltaron la ciudad.

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Hijo de un comerciante, comerciante igualmente hasta su jubilación, pocos como él conocen lo que ha sido el comercio de San Fernando e incluso hacia dónde camina, algo que ya se presagiaba hace treinta años pero no se pusieron las bases para solucionar los problemas que estaban por llegar, a tenor de cómo está la situación.

Tiene un nombre bonito, Paco el de La Esperanza, como le conoce todo el mundo. Francisco Rodríguez Gallardo, nombre y apellidos, profesor mercantil que comenzó a conocer el oficio en la tienda de ultramarinos de su padre al que ayudaba cuando los estudios lo permitían.  O sea, en vacaciones.
Y los dos, padre e hijo, tuvieron algo en común, además de lo que impone la genética. La tienda de ultramarinos de su padre se llamaba La Esperanza y su bazar, que prefirió a seguir en el sector de los ultramarinos, igual. De ahí el apelativo con que lo conocen.

Las tiendas de ultramarinos, de las que quedan contados ejemplares hoy en día en los barrios “para los desavíos” y los olvidos de la compra que se realiza en los supermercados, eran todo un mundo en el que pocos quisieran trabajar hoy en día, muy distintas al supermercado en el que más se trabaje. Tal es así que las horas de descanso del mediodía, tras el almuerzo, las consumían preparando los pequeños paquetes de artículos más solicitados. O sea, preparando lo que ahora en el supermercado son los empaquetados de todo, porque todo viene envasado de fábrica.

La tienda de su padre estaba en la calle San Rafael, como estuvo la suya, y no se podían quejar porque “siempre había, como mínimo, cuatro personas despachando, pero no tenía nada que ver con lo actual. En el comercio tradicional se vendía mucho al menudeo y había que trabajar muchísimo”.

Todo a granel
Todo era a granel y las tiendas tenían las taquillas para los garbanzos, las lentejas, las alubias… y pesaban y liaban los cuartos de kilos, o los octavos de kilos, los seis reales de tocino, el hueso de jamón de diez reales…

Hasta la mantequilla era a granel y no sólo había que tener buen tiento para dar la medida exacta, habilidad que se ganaba con el tiempo y la experiencia, sino buen gusto para ponerla en el papel con la paleta “e incluso adornarla con unos ricitos para que tuviera mejor vista”. O la expedición de aceite con la máquina y la manivela, medio litro, un cuarto, un litro…

“El comercio, en lo que a ultramarinos se refiere, no tiene nada que ver con lo de ahora que la gente se sirve lo que quiere ya empaquetado”, dice Paco. Pero la diferencia mayor era el trato con la gente. “Había una clientela fiel y fija y eso hoy en día no existe ni en las grandes superficies, menos con las tarjetas de compra de esas grandes superficies porque no tienes más remedio. Ya está metido en el lío porque a final de mes la primera que cobra es la gran superficie y eso te aboca a seguir yendo al mes siguiente y de ahí es muy difícil salir”.

En cierto modo, Paco reconoce que eso ya existía antes, aunque de forma distinta. Había una clientela fija pero también se vendía de fiado, y eso fidelizaba al cliente independientemente de la amistad y las preferencias de cada uno. “En la Bazán y en las Constructora cobraban semanalmente, durante la semana iban apuntando y los sábados iban a pagar. Era como una tarjeta de crédito pero sin pagar intereses y sin que hubiera nada firmado”.

Las relaciones entre los comerciantes también era distinta porque se conocían de toda la vida. “Hoy se pone un comercio en San Rafael y dura tres meses, por lo que no te da tiempo a conocerlo. En la calle San Rafael, el único que queda que se haya transmitido de padre a hijo, es Facio, además de Juan González y Juan Luis. Y no creo que haya más. Antes los comercios duraban hasta que el dueño se jubilaba o se moría”.

San Fernando, en aquellos tiempos y con la mitad de habitantes que ahora, era una buena ciudad para el comercio. Primero porque la industria proporcionada catorce pagas mensuales, por lo que los comerciantes no temíanpor la solvencia de sus clientes; y luego por la gran población militar existente, que era fuente de vida y envidia para las poblaciones vecinas.

“Mientras más se iba alejando de la postguerra, la ciudad florecía más con miles de militares que era un consumo diario para todos los gremios. Comestibles, ferreterías, cines que se llenaban todos los días de marineros y de soldados, los bares económicos que siempre estaban llenos, los estancos, que antes todo el mundo fumaba”.

Catorce cosechas
La ciudad no dependía del tiempo, de las cosechas. “Cuando llegaba fin de mes, la paga estaba. Y había gente de los pueblos de los alrededores que vivían del campo y muchos venían a la Bazán a trabajar y a Cádiz. De Chiclana venían a trabajar muchas personas en bicicleta. Ellos vivían del campo y de las bodegas y si no hay uva, no hay bodega. Aquí las cosechas las tenían seguras”.

Eran esas famosas catorce cosechas, catorce nóminas, que a la larga ha demostrado los efectos secundarios y ahora no es Chiclana precisamente la que tiene peor infraestructura de desarrollo que La Isla, aunque siga sin tener una sociedad sustentada en las catorce nóminas.

“Las gentes de San Fernando se hicieron un poco acomodaticias porque su fin era o meterse en esas dos empresas o meterse en la Marina, pero lo que hoy se llama emprendedores, poquísimos. Había algunos porque eran ‘hijos de…’ Mi caso, por ejemplo, que mi padre fue comerciante toda su vida y yo seguí en el comercio y así hay varios. Está Juan Luis el de la zapatería de San Rafael, que empezó su padre; Juan González, con ‘Juguetoon’, que fue su padre el que fundó el comercio ‘La Perla’… Pero había muy poquitos emprendedores”, dice Francisco Rodríguez.

“El autónomo arriesga su trabajo, su dinero, su patrimonio. Y los autónomos, hasta que se fundó la Mutualidad de Trabajadores Autónomos, en los años 60, no teníamos derecho a nada y teníamos que pagar la cuota mensual y punto. Ya con los años nos metieron en la Seguridad Social”.

¿Cómo se llega a la situación actual? Obviamente no de la noche a la mañana y de hecho la retirada paulatina de la Marina y el declive de la industria naval ya venía sembrando la alarma en el comercio tradicional, pero no se pusieron las bases desde la clase política para dar un giro a la ciudad más allá de Bahía Sur, único proyecto creador de puestos de trabajo tangible en la última década del siglo pasado.

“Aquí ya no hay nada, sólo muchos jubilados. Y con la política no se ha hecho nada y ahora menos, si tú eres de mi partido te ayudo; si no, nada. Aquí la Junta… nada. Nunca hemos coincidido con el partido que ha gobernado en la Junta, que siempre ha sido el mismo y con el Gobierno central, que algunas veces ha sido el mismo de la Junta y otras veces el PP. En San Fernando ha estado gobernando hasta ahora el Partido Andalucista”.

Y no es porque el comercio no se haya intentado unir y organizar para conseguir cosas juntos, porque San Fernando cuenta con la Asociación de Comerciantes de San Fernando (Acosafe) que fue pionera y llegó a tener unos 500 socios, e incluso con la cooperativa Cosuma, que permitía a los comerciantes de alimentación obtener mejores precios comprando al por mayor.

Entonces, ya en 1992, llegó Bahía Sur, una nueva forma de entender el comercio, la gran superficie “que lo cambió todo. Son empresas que compran a nivel nacional, es otro mundo”. Luego estuvo el incumplimiento de las medidas compensatorias al pequeño comerciante. “El Ayuntamiento lo incumplió todo, hasta con los terrenos”. Y de hecho, fue el centro comercial más ilegal de Andalucía.

Pero lo que realmente hizo daño al comercio tradicional no fue la gran superficie de Caño Herrera, porque las grandes superficies se instalan en las afueras de las ciudades. Lo que hizo realmente daño fueron los supermercados tipo Mercadona, DIA, LiDL… supermercados de barrios que en pocos años acabaron con los ultramarinos y con las pequeñas tiendas porque se han instalado en todas las zonas de San Fernando.

Lo otro que ha perjudicado al comercio del centro, sobre todo al de la calle Real, es el tranvía, las obras con sus molestias y el haber quitado la circulación “aunque circulan”. Y no es el mismo caso que la calle San Rafael –dice Francisco Rodríguez Gallardo- donde también hubo desacuerdos con la peatonalización y donde las plazas de aparcamientos brillan por su ausencia.

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