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Torremolinos

Torremolinos y su añorado Colegio de Huérfanos (1)

En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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Colegio, santo Colegio de Huérfanos Ferroviarios…" Así reza el "Himno del Colegio de Huérfanos de Ferroviarios", entonado una vez más con ilusión y nostalgia por antiguos alumnos y alumnas que, procedentes de distintos puntos de la geografía nacional y acompañados de familiares, se habían reunido un 24 de febrero en Torremolinos, para rememorar las glorias del ayer y homenajear a cuatro de sus veteranos compañeros, en el viejo edificio que fuera su escuela y hogar, hoy rehabilitado y convertido en Centro Cultural de capital importancia por obra y gracia del Consistorio, que lo rescató de la piqueta. Por tal motivo, además de por el privilegio de congregarse para tan memorable ocasión, el colectivo de alumnos expresó su más profundo agradecimiento a las autoridades municipales, presentes en el acto. El Colegio de Huérfanos de Ferroviarios fue todo un emblema cultural y social de Torremolinos.

En las páginas históricas del pueblo, si bien Torremolinos ya se había convertido desde 1924 en una barriada más de Málaga, figura este Colegio de Huérfanos como el segundo de los que construyó la Asociación de Empleados y Obreros de los Ferrocarriles de España. Tanto el Colegio de Torremolinos como el de Madrid, el primero de los erigidos, fueron instituciones modelo, pioneras y únicas en su género, donde se educaron y cobijaron durante décadas miles de niños y niñas huérfanos. El de Torremolinos funcionó durante 38 años, desde 1935 hasta 1973; posteriormente, en 1990, fue declarado "Patrimonio Provincial y Bien de Interés Cultural" por la Junta de Andalucía. A finales de la década de los noventa, el Ayuntamiento de Torremolinos restauró y acondicionó el abandonado inmueble y, en noviembre de 2001, lo reaperturó bajo la denominación de "Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso", destinado a albergar las aulas y talleres de la Universidad Popular, que hoy funciona a pleno rendimiento.

Pero antes de entrar en detalles, nos obligamos a retroceder en el tiempo y conocer algo de la historia previa a la creación del Colegio de Huérfanos. Los trabajadores de los ferrocarriles españoles decidieron, a finales de la penúltima década del siglo XIX, agruparse en sólida, próspera y fraternal organización que paliase de algún modo el desamparo económico y social en que se veían sumidos sus miembros al llegar a la vejez, así como, al fallecer éstos, la dolorosa y paupérrima situación en que quedaban sus viudas y huérfanos, sin la más elemental atención médica y sanitaria. Con tan nobles objetivos, fundaron en 1888 la Asociación de Empleados y Obreros de los Ferrocarriles de España.
No solamente se limitó la Asociación a cubrir en aquellos difíciles tiempos las necesidades económicas del vestir, alimentarias y médicas de sus afiliados y protegidos, que lo hizo excelentemente a través de su pionera mutualidad médico-farmacéutica y sus modélicas y singulares cooperativas para el suministro cotidiano, a precios sorprendentemente asequibles para los trabajadores y de forma caritativa para los muy necesitados, de los artículos básicos para el sostén de la vida familiar; también proporcionó la Asociación centenares de "casas baratas" a familias sin techo, así como educación escolar y profesional a sus niños, creando escuelas, colegios y talleres a lo largo y ancho del país, y colocando en remunerados puestos de trabajo a sus alumnos, especialmente en los ferrocarriles, y en diversos menesteres femeninos a las alumnas, quienes, gracias a oportunidades tan altruistas, pudieron llegar a ser hombres y mujeres de provecho.

El primer Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de España lo fundó en Madrid Don Antonio Gistau. La colocación de la primera piedra se efectuó en 1926. Inaugurado oficialmente por el rey Don Alfonso XIII, la apertura oficial tuvo lugar el 11 de mayo de 1930, razón por la cual los niños celebraban su Primera Comunión -tanto en éste como en los demás centros erigidos posteriormente- cada 11 de mayo, fiesta mayor del Colegio.

Fueron muchas las personalidades que alabaron las especiales características estructurales y funcionales del Colegio madrileño, entre ellas el ilustre D. Gregorio Marañón, que lo describió lacónica y entusiásticamente como "un ejemplo eminente de eficacia". Y elocuente es el comentario de Roberto Castrovido: "El Colegio es, como edificio, adecuado a su fin, de nobles proporciones, de traza elegante, de robustos muros y de sana e higiénica estructura de escuelas, recreos, comedores y dormitorios... Alegre es el lugar; melancólico, sin embargo, el Colegio, porque no hay nada que inspire tanta tristeza como la presencia de un niño sin padres... Es el ideal que esos huérfanos dejen de serlo, que tengan nuevos padres y que sean tan amados como si los tuvieran... Es segura esta paternidad de los obreros y empleados de los ferrocarriles para los albergados en el Colegio".

Estas mismas palabras aplicarán cinco años más tarde al Colegio de Huérfanos de Torremolinos, que por siempre late en la memoria y la añoranza de su antiguo alumnado. El Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de Torremolinos, felizmente inaugurado al comienzo de los años treinta, estaba considerado como el "diamante del Sur", y su envidiable ubicación en el lugar paradisíaco de Torremolinos, así como la idónea distribución de sus dependencias y el admirable funcionamiento integral del complejo, sabiamente regentado, atraían las miradas del país entero, particularmente de los profesionales de la docencia.

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