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Sharm El Sheikh, Egipto, costa del Mar Rojo, se está celebrado del 6 al 18 de noviembre la Cumbre del COP27 (27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), que dicen, tiene como objetivo actuar contra la crisis climática y por la justicia climática. La convocatoria parece, sólo parece, dirigida a todos los países del mundo, ya que el mismísimo presidente del COP27, Sameh Shoukry, (70 años, diplomático del ministerio de asuntos exteriores egipcio), ha manifestado que, además de los países: “
necesitamos una participación más eficaz y amplia de todas las partes relevantes de los actores no estatales cuyo papel es igual de importante que el de los Estados,
es decir, el sector privado”. Sólo ese enunciado ya anuncia el fracaso como en la anteriores “cumbres” porque, como en todas las demás, comienza esta 27 sesión de la Conferencia sobre el Cambio Climático invocando la buena voluntad de quienes se lucran generando la contaminación medio-ambiental. Dicen que es una cumbre de países (Naciones Unidas (ONU) la promueve) y no es fácil encontrar el listado de los países asistentes, ya que unas fuentes hablan de “cerca de 200” -siendo el catálogo oficial de países reconocidos por la ONU 194, sin reconocer a Palestina, que sería el 195-. Y si otras fuentes enfatizan las dos grandes ausencias de Rusia y China, contaminantes por excelencia, y Corea del Norte, que no está para esas “gaitas”, la cifra se acercaría más a 190 que a 200. Eso sí, la organización informa de la existencia de 40.000 participantes. Una autentica multitud para un asunto que se antoja sencillo por urgente: ¡Dejar de contaminar “YA”! Mientras quienes detentan el poder real, en la economía capitalista, fundamentada en el “libre mercado de egoísmos incontrolables”, no decidan, en algún foro secreto, poner remedio a esta agónica tragedia, no hay nada que hacer. Este poder real sigue manejando las conciencias de los casi 8000 millones de seres humanos, haciéndoles creer que de verdad existen los Países, las naciones soberanas. ¿Soberanías? Hace siglos que ya se encargaron estos Plutócratas de vender esta idea a los pueblos, creándoles la falsa sensación, emoción, de libertad para decidir colectivamente su futuro. Desde los grandes imperios de la antigüedad, pasando por las casas reales que acumularon todo el poder real, ese poder fue trasmitido a las grandes corporaciones “anónimas”, en la era industrial y post industrial y en ellas sigue residiendo. La palabra plutocracia no goza de actualidad, encontrándose raras referencias más allá de las que realiza el perseverante nonagenario lingüista y activista Noam Chomsky: «Estados Unidos es una
plutocracia disfrazada de democracia». El diccionario de la Academia de la Lengua define la plutocracia: 1. f. Situación en la que los ricos ejercen su preponderancia en el gobierno del Estado. 2. f. Conjunto de ciudadanos adinerados que ejercen su influencia en el gobierno del Estado. Definición que parece necesitada de actualización ya que los plutócratas, no ejercer influencia alguna sobre los gobiernos, son los dueños de ellos. La ilusión de la separación de poderes mantiene a la sociedad sosegada, segura, de que el interés común gravita sobre todas las decisiones que los gobernantes adoptan. Y a la vista de la real realidad todas las crisis son debidas a intereses bastardamente egoístas de esa plutocracia. No sólo la del cambio climático, ¡que ya nos vale!, sino por las sucesivas: energéticas, bélicas, bancarias…, con las que seguro el común de los mortales nada tiene que ver en su generación y si en su padecimiento. ¿Cuándo dejarán de culpabilizar a las gentes de sus infinitas fechorías? Sibilinamente trasmiten, a través de los medios, slogans que llegan a calar en la conciencia de la ciudadanía, generando un sentimiento de complicidad con todas las crisis exclusivamente generadas por la plutocracia. -¡Es que contaminamos mucho! - ¡Es que vivimos por encima de nuestras posibilidades!… ¿Suena aquello de que “entre todos la mataron y ella sola se murió”? Si de verdad la soberanía reside en cada pueblo y es depositada en sus gobiernos y estos están a favor del interés general, y las leyes de los países de verdad pueden establecer las condiciones para resolver cualquier crisis… ¿A qué esperan esos Países “soberanos”? 27 veces se han reunido y 28, 29… se volverán a reunir sin que nadie remedie lo que ya es una fatalidad anunciada con tiempo. ¡Qué morirán entre 2023 y 2030, cuarenta o cincuenta millones de personas! ¿Les preocupa? Que los desiertos avanzan aceleradamente, o que el 65% de las poblaciones costeras, entes de que acabe el siglo, estarán bajo los mares. ¿A ellos les preocupa? Y sobre todo ¿Hay alguien que se ocupe de evitarlo? Si quienes promueven la COP27 están esperanzados en que la iniciativa privada, en esta economía de marcado capitalista, ponga remedio a la inmensa tragedia que ya se vive amargamente, les pega el titulo de la famosa obra de “Grandes Esperanzas” de Charles Dickens. Porque más allá de generar literatura nada se remediará. Una muestra de ello lo aportan los titulares de las “Iniciativas” enunciadas en esta multitudinaria cumbre: Resiliencia Urbana Sostenible para la próxima Generación (SURGe), Iniciativa sobre Acción Climática y Nutrición (I-CAN), Acción sobre el Agua, Adaptación y Resiliencia (AWARe), Iniciativa de Alimentación y Agricultura para la Transformación Sostenible (Fast), Iniciativa Global de Residuos 50 para 2050, Iniciativa de Transición Energética Justa y Asequible de África, Iniciativa de Vida Decente para un África Resiliente al Clima, Respuestas Climáticas para Sostener la Paz (CRSP), Prioridades de Adaptación Climática de las Mujeres Africanas (PAC), Planes Nacionales de Inversión Amigos de la Ecologización, Mejora de soluciones basadas en la naturaleza para la transformación climática (ENACT). A la vista de “tantas iniciativas” alguien se preguntará ¿Para qué caraj.. era esa Cumbre? La decisión a adoptar, la que el mundo mundial espera, parecía meridianamente clara: “0” emisiones de CO2 a la atmosfera ¡Ya! ¿Que esa decisión requiere implementar importantes ajustes en las economías del mundo mundial? Es evidente. ¿Que habrá grandes corporaciones afectadas negativamente? También lo es. Pero, si quienes saben que acabarán perdiendo son los que, conociendo el final, deben decidir sobre el principio, este no llegará nunca. Porque en ese mundo de plutócratas los medios justifican el fin único, base de su existir: Ganar más dinero y poder a costa de lo que y de quien sea. Y por ello, como en esa Cumbre no está la humanidad representada, que es la que conforma los pueblos de la Tierra, tiene garantizado un nuevo fracaso. El 18, con gala fin de otra “Cumbre borrascosa”, se emitirán múltiples comunicados donde los políticos justificarán que ¡están en ello!
Fdo Rafael Fenoy