La estación del Oculus que diseñó el arquitecto español Santiago Calatrava en el sur de Nueva York, emblema de la recuperación de la zona devastada tras los atentados del 11S, empieza a mostrar signos de desgaste en sus suelos ante el uso masivo de los habitantes de la gran urbe.
Decenas de baldosas del pavimento central del Oculus, que acoge un gran centro comercial, dos estaciones de metro y una de tren, y que fue inaugurado en 2016 en el espacio del World Trade Center, en el extremo sur de Manhattan, presentan actualmente grietas y fisuras.
Según pudo comprobar EFE, las grietas de color oscuro se presentan principalmente en las esquinas y las juntas entre las grandes baldosas blancas (de aproximadamente un metro por 30 centímetros), y en algunos casos las fisuras se producen de lado a lado de la baldosa.
El espacio más dañado, y que no presenta peligro para los viandantes, es el patio central del Oculus, por el que transitan cerca de un millón de personas a la semana, que acuden al centro comercial o van y vienen de la estación de tren contigua que comunica Manhattan con Nueva Jersey.
La Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey (AP), propietaria de todo el complejo, no cuantificó la zona afectada ni se quiso referir a posibles técnicas de reparación y su coste, compartiendo un escueto mensaje en el que explica que se ocupará del asunto "más adelante este año".
"Como parte del programa de mantenimiento de instalaciones que la agencia tiene en marcha, el deterioro normal por el uso del suelo del Oculus se aborda reparando y/o reemplazando sistemáticamente las baldosas dañadas", indicó un portavoz en un correo, que especifica que esas labores se interrumpieron el pasado noviembre para permitir "eventos navideños".
Por su parte, y tras ser contactado por EFE, un portavoz del estudio de Calatrava dijo que el diseño del pavimento se realizó siguiendo los "códigos y estándares en vigor", y que su responsabilidad "se limitó a la supervisión estética" mientras que la de desarrollar los detalles constructivos y la ejecución de la obra correspondió a un consorcio de empresas locales.
El estudio, con sede en Suiza, atribuyó los "pequeños daños" al "enorme éxito con el que ha sido acogido el espacio de la estación", transitada por unas 300.000 personas a diario y que a menudo es escenario de eventos multitudinarios que, reconoce, no fueron proyectados inicialmente para el espacio.
En todo caso, ese deterioro fue justificado desde la oficina del arquitecto, que se mostró encantada y "llena de orgullo" por la acogida de los neoyorquinos y la "versatilidad con la que Westfield -operadora del centro comercial- le está sacando partido al sitio".
El estudio de Calatrava aprovechó para puntualizar que el coste de 4.000 millones de dólares habitualmente atribuido al Oculus se refiere al complejo entero de infraestructuras y comercial del World Trade Center, mientras que la estación propiamente dicha tuvo un coste en torno a 700 millones de dólares.
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El suelo del Oculus de Calatrava se agrieta ante uso masivo de neoyorquinos
El emblema de la recuperación de la zona devastada tras los atentados del 11S empieza a mostrar signos de desgaste
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